Éste no es mi mar, ése que me acoge en los ardientes días de verano, ése de aguas cálidas y sosegadas en que me sumerjo para recobrar la serenidad, para caer en el acuoso abrazo del océano y dormirme en su blando manto; ése que me devuelve el sosiego que me roban los días; ése que me devuelve la tranquilidad perdida cuando me acarician sus espumosas olas, esas olas que parecen susurrarme tiernas palabras al oído cuando tocan mi cuerpo desnudo cual bella dama que con sensuales labios se me acercara para decirme todos esos secretos que incansablemente codicio, a pesar de saber que nunca resolveré su sagrado misterio. Ansiados secretos, que tras revelarme de su lujuriosa boca buscaría sedienta la mía, incendiánodonos ambos por el incandescente fuego que brotara de nuestras entrañas.
Pero éste no es mi mar, ése que me aporta calma sólo con dirigirle la mirada, con posar mis ojos y melancólicos en la lejana línea del horizonte, en su infinita vastedad, en ese punto indefinido donde se une en pasional beso con el indómito cielo, su hermano gemelo, moteado por inofensivas nubes glaucas, hasta que se encoleriza y con su fuerza embravece las mansas aguas.
No. Éste no es mi mar, ése que me relaja con su dulce brisa y me adormece con sus embriagadores aromas salinos; ése que con sus pacíficas algas reverdece y que me recibe tan poblado de vida, tan grato, tan amable; ése que me envuelve con sus sensuales manos, ése que me impone admiración y respeto, dios inasible de femeninas y blandas curvas, escurridizo y burlón, siempre libre y salvaje, desafiante y amenazante, invicto vencedor ante la soberbia del hombre.
Pero éste no es mi mar. Éste es un mar de dolor y de lágrimas; un mar de pesadumbre que me inunda de amarguras; un mar que me es hostil, que me niega los goces que tanto ansío y que se regocija con mis quejumbrosos lamentos; un mar de agonía que me hace romper por las noches en prolongados y sonoros sollozos en mi solitario lecho, ese lecho que me recibe cada jornada como una cárcel y me oprime con su silencio; ese lecho vacío y gélido, sólo habitado por mi famélico cuerpo, este cuerpo huesudo que se apronta a desaparecer lentamente, cansado de vivir, cansado de morir, cansado de este tedioso existir.
Éste no es mi mar. Es un mar de limitadas proporciones, ínfimo en comparación con el otro, pero que me estrangula de una manera mucho más asfixiante. Acaso no tenga un insondable abismo como el primero; acaso no intimide con su inconmensurable vastedad; acaso sus aguas no se alboroten como aquéllas ni engulla embarcaciones enteras. Pero en él la vida no es posible, y las alegrías han quedado irremediablemente proscritas, separadas para siempre de mi vida.
¡Oh, no! Éste no es mi mar.
Autor: Javier García Sánchez,
desde las tinieblas de mi soledad.
Un escrito precioso.Me ha encantado como mezclas los sentimientos y las sensaciones con el mar.Mis felicitaciones Javi, un abrazo enorme.
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Muchísimas gracias, Bea. El mar siempre me ha inspirado. Es esa mezcla de pavor y de admiración lo que me enamora. Un fuerte abrazo para ti también.
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