IDEAL ROMÁNTICO

El discurso sosegado y sincero de Ernesto había hecho su efecto. Carlos se relajó y tomó confianza después de que el otro se abriera y se le mostrara con un carácter más comprensivo y afable. Aquella lección gastronómica, las palabras coherentes de su interlocutor, aquel banquete tan hedonista, le dieron a entender que se encontraba ante alguien cuanto menos interesante, exótico. Ahora no vacilaba en compartir su vino sin temor a ser indiscreto. Se llevaba la copa ceremoniosamente a los labios como había hecho Ernesto, y degustaba el tinto antes de que bajara a la garganta. El otro lo miró con meda sonrisa:

-He leído tus informes, y las referencias que me han dado sobre ti son muy buenas. Pero me cuesta de entender qué puede haberte llevado a militar en el partido. No necesitas arriesgar nada para mantener una vida cómoda.

-Creí que no había que hacer preguntas -dijo Carlos con una mirada cómplice. Fruncía el ceño, orgulloso por aquella respuesta. Ernesto cogió otra gamba. La observaba mientras la pelaba; seguía sonriendo.

-Muy agudo. Aprendes rápido. Pero, en cualquier caso, no llegué a preguntar, al menos de manera directa. Lo hice de forma indirecta, un medio más sutil. Es más fácil. para dar más confianza. Invitas cordialmente a la otra persona a que te dé más información.

-Como afirmas, podría no arriesgar nada para vivir cómodamente. Pese a todo he decidido ingresar en el partido por principios, como muchos de vosotros; he preferido renunciar a mi clase, a mis privilegios, a esa existencia tranquila, pues mi conciencia no podía estarlo en medio de tantas injusticias. Quizá sea ése uno de mis problemas, como también sea uno de los vuestros: no poder ser feliz sabiendo que esa dicha es a costa del bienestar de los demás -Su discurso era pausado y directo. Mimetizaba los gestos de su compañero. Pelaba las gambas minuciosamente, sin prisa, disfrutando el momento. Ernesto lo observaba detenidamente. Había dejado de comer, y clavaba en él una mirada felina, enmarcada por el cristal de la copa cada vez que bebía. Sus penetrantes ojos pardos quedaban en primer plano, por encima de esa rojiza marea que sorbía placenteramente.-. Pero debo admitir que hay  otro factor que me ha traído hasta aquí, otro motivo que me ha impulsado a tomar esta decisión. En parte es el mismo; en parte, otro distinto. Es inconformidad, hastío de todo. Hay una mujer, pero ella no siente nada por mí. Es eso lo que me hace sentirme vacío e insignificante; lo que hace que de alguna manera quiera inmolarme. Necesito emociones fuertes que me mantengan ocupado, que no me dejen tiempo para pensar en ella. Si la empresa tiene éxito, será tras un arduo trabajo, que me permitirá olvidarme de ella durante mucho tiempo y no percatarme durante mucho tiempo de la nulidad de mi vida. Y si en el intento por cambiar las cosas perezco, será poco lo que se pierda.

Ernesto dejó lentamente la copa sobre la mesa. Se sentía satisfecho por su discurso:

-Me sorprendes. Eres ciertamente un romántico. Fueron personas como tú las que movieron la historia; gentes que lo dieron todo por un bello ideal o por una gran dama; personas que se sentían igualmente vacías, para quienes el miedo ya no existía. Creyéndolo ya todo perdido, sólo podían ganar. Ésa era su fuerza. Y la tuya.

Autor: Javier García Sánchez,

desde las tinieblas de mi soledad.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s