No tolero la mentira, ni los engaños, ni que me roben. Visto así soy un intolerante.
Me enervan las injusticias, sean contra mí, contra alguien de los míos o contra cualquier desconocido. Es por ello que escribí un artículo de protesta contra la festividad del 12-o por considerarla una barbaridad; el enaltecimiento de un genocidio, un acto insultante para las tribus amerindias. Fue uno de mis escritos políticos que, como todos, es de condena, con la conciencia y la seguridad de que iba a generar polémica, pues la gente es así. Entre la clase alta, dispuesta a defender unos valores y unos ideales trasnochados; parte de la clase media, que se deja manipular por discursos demagógicos; y una clase baja sin recursos, sin formación y, por tanto, fácilmente manejable por las élites, imaginé que iba a tener más de un enfrentamiento, por más que tuviera la razón de mi parte y por más documentos que testimoniaran las masacres indiscriminadas que se llevaron a cabo durante aquel fatídico siglo. Se intentó justificar aquel holocausto con argumentos tan estúpidos como que los europeos tenían que llegar tarde o temprano, y que el enfrentamiento era inevitable. Sin poner en duda tales palabras, lo que me indigna no es sólo que ocurriera lo que ocurrió, al margen de que también lo hicieran portugueses, franceses, holandeses e ingleses, sino que se conmemore como un hito
Obviamente, no todo lo que recibí fueron críticas, en absoluto. Hubo mucha gente que suscribió mi texto, y varias personas salieron en mi defensa contra aquéllos que me atacaron. Recibí ataques, por ejemplo, de supuestos patriotas a quienes les molestaba que les hiciera pensar, que cuestionara su estado de felicidad, que los despertara de su ensoñación. Cuando publiqué el artículo, en una página me dijeron que no era el lugar, que sólo buscaba enfrentamiento, que les dejara seguir bromeando sobre temas triviales. Por entonces me enteré de que el desfile por la conmemoración de la masacre había costado 166 millones de pesetas*. El hecho lo considero secundario, frente a la humillación que se infringe a las tribus amerindias. En cualquier caso, no deja de ser un tema importante. Es dinero público invertido en un festejo demencial, cuando falta para sanidad y educación. Y lo más vergonzoso es que, cuando esgrimí este argumento, me respondieron que preferían emplearlo en conmemorar el holocausto indígena. Fue algo verdaderamente deprimente. Por más apoyos que tuviera -que los tuve-, ante tales respuestas, ante tal dejadez de la cosa pública, ante tanta ceguera, ante tanta incultura, uno se siente impotente y se explica la deriva del país. Es una de esas cosas que demuestran que no tenemos remedio.
*Equivalente a un millón de euros. En el momento de la adopción de la moneda comunitaria, el cambio con la peseta española era 1 euro = 166’383 pesetas, si no recuerdo mal.
Autor: Javier García Sánchez,
desde las tinieblas de mi soledad.
Soy Uruguayo, y estoy muy de acuerdo contigo.
Aquello fue una masacre, robo, e imposiciones religiosas por la fuerza.
No me explico pero en las escuelas de mi país enseñan que los conquistadores fueron héroes.
Hoy justamente publiqué un pequeño cuento en mi blog que tiene mucho que ver con el tema.
Un abrazo.
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Muchas gracias, apreciado Luis. Creo haber leído tu cuento, pero me dejaré caer de nuevo por tu blog. Un abrazo.
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