MI PRIMER PENSAMIENTO

Esta mañana me desperté con tu pensamiento. Fue tu dulce y relajante melodía la que acudió a mi mente; el recuerdo de tu canto de hermosa sirena que con tus bondadosas palabras me acariciaba los oídos. Tendido en el lecho, con los ojos cerrados, escuchaba atento cada uno de tus versos, ese tono pausado que me devuelve la calma. Porque es tu imagen, la belleza de tu alma pura y sincera, ese espíritu noble y romántico, lo que me aporta energías para afrontar cada nueva jornada. Tenerte siempre presente y quererte en secreto me hace feliz, aunque sepa que nunca podré poseerte; que mis besos se perderán en el aire, huérfanos de tus deliciosos labios. Acaso el viento te los entregue, ya fríos, sin el calor de mi boca, mas portadores de los mejores deseos, con la embriagadora ternura que me contagias; esa ternura que te caracteriza, que me hechiza y me enamora, con esa magia que se posa en cada gesto, en cada estrofa, en cada uno de esos poemas que transmiten pasión y me seducen con cada una de sus letras.

Desde la distancia te venero, con la certeza de que nunca serás mía; que todas las cosas que decirte quisiera se ahogarán en mi garganta. Confesiones nonatas que quedarán sepultadas en lo más hondo de mis adentros y me acompañarán en el último viaje. Quizá antes de zarpar tu rostro vuelva a mi memoria. Entonces volveré a contemplar, acaso por unos breves instantes, esa sedosa y larga melena, esos oscuros y ondulados cabellos que tan dichosamente acariciarían mis manos y donde gustosos se enredarían mis dedos; esos grandes y brillantes ojos de miel que me muestran tu corazón joven, valeroso, fuerte y generoso, y que quisiera devorar; esa bella sonrisa que brota de tus carnosos labios, ese exquisito tesoro, ese sagrado grial de donde mana tu anhelado elixir.

Pero hasta el momento de la partida te buscaré en cada rincón de mis sueños para gozar con tus palabras, con esa gran virtud que te caracteriza, preciosa mujer de fantasía. Por ti vivo, por ti respiro, por ti afronto todos los días, con la fuerza que me da saberte en mí, conocer al sorprendente ángel, a la diosa que en ti habita. Al caer la noche seguiré alzando la mirada al majestuoso cielo y con pupilas cristalinas rogaré a las estrellas que te protejan; le pediré a la luna que te vele en las madrugadas e ilumine tu camino, del mismo modo que tú iluminas el mío. Y cuando al terminar la jornada, agotado, me cubran las sábanas, me dormiré mientras te pienso, antes de acudir a tu encuentro en las moradas del perezoso Morfeo.

Autor: Javier García Sánchez,

desde las tinieblas de mi soledad,

24-11-2016.