CIELO OSCURO

El cielo sigue deshaciéndose en interminables cascadas. No recordaba nada igual. Sé que la memoria a menudo nos traiciona, y que quizá haya vivido situaciones parecidas; pero, en cualquier caso, no las recuerdo, al menos como sucesos recientes; en todo caso, como acontecimientos acaecidos durante mi remota infancia, en aquellos largos otoños y gélidos inviernos en que ya empezaba a alimentar mis primeras nostalgias. Desde entonces ya han pasado más de veinte años y, a día de hoy, vuelvo a sentarme frente a una ventana que ya no es aquélla del comedor de mi niñez, aquélla que daba a una calle muy concurrida. Recuerdo que me gustaba asomarme a las horas de mayor tráfico para observar los vehículos que subían desde la estación de ferrocarriles, a media tarde, en la penumbra, mientras mis padres y mis hermanos experimentaban la vida. Ahí me refugiaba en mis pueriles pensamientos, imaginaba las vidas de todas esas personas anónimas. También disfrutaba espiando la casa de la finca que había en frente. A veces incluso cogía los prismáticos para tratar de ver el salón, las cortinas, el tipo de existencia que llevarían… Incluso llegué a albergar la posibilidad de conocer algún día a sus habitantes y confesarles que yo era ese vecino indiscreto.

Han pasado los años, y cada vez me identifico más con esa soledad, con esas remembranzas de tan tiernos días, con las jornadas frías y lluviosas, arropado en mi lecho, cubierto hasta la cabeza por las mantas. La melancolía de aquel niño no ha hecho más que acrecentarse, a la par que se borraban las esperanzas y se nublaban mis ojos con la tenebrosidad del cielo que anoche descargó con fuerza mientras un viento embravecido azotaba con fuerza las persianas. Oía las gotas crepitar como agónicas ascuas de un fuego que se extinguía, aunque en esta ocasión fuera su acérrimo enemigo el que se precipitaba al vacío exhalando su último suspiro. Me encontraba extenuado, y pude hundirme en un placentero sueño acompañado por tan hermosa melodía, por las plañideras notas que pesarosamente tañía un firmamento ennegrecido.

Ahora, unas pocas horas más tarde, persiste la lluvia. Ya descansado, he regresado a mi escritorio para escuchar con mayor cercanía el ulular del viento y para que mi mente vuelva a viajar tranquila por los escarpados caminos de la memoria. Levanto ocasionalmente la vista y miro los diminutos y sinuosos ríos que se han formado en la ventana; una ventana que ya no me ofrece una carretera transitada como la de hace veinte años, ni una finca donde posar mi indiscreta mirada, ni sueños que vuelvan a despertar una sonrisa en mis labios. Es una ventana de soledad y silencio, tras la cual sólo se esconde un cielo oscuro.

Autor: Javier García Sánchez,

desde las tinieblas de mi soledad,

17-12-2016,

5 comentarios en “CIELO OSCURO

  1. T’he imaginat amb els prismàtics intentant veure als veïns… No et feia un voyeur!!! Jajaja 😉
    El text és fantàstic, ho transmets, ja ho saps. Però aquest temps tan gris fa que la malenconia s’enganxi com un paràsit. No deixis que s’instal·li, eh?!
    Un abraçada forta, Javi! 🌟

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    1. Moltes gràcies, Lidia. M’alegro molt de poder transmetre. A tots ens agrada mirar, jajaja.
      La malenconia és un sentiment molt estrany: per una banda, és dolor per una cosa que s’ha perdut; per una altra, plaer per recordar-la. Per això em costa jutjar-la negativament. A més a més, la conec tant, que ja som bons amics, jajaja.
      Una forta abraçada, Lidia. Bon diumenge.

      Le gusta a 1 persona

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