HERIDAS ABIERTAS

Mi pañuelo ha vuelto a teñirse de rojo. No son báquicas manchas de tinto las que esta vez han maculado la fina tela, esos fantasmagóricos y borrosos restos de tan delicioso elixir, plasmados con delicadeza para reflejar el grato recuerdo de unas horas que me aportaron la magia del placer dionisíaco; tampoco son las encarnadas y perfumadas huellas del carmín, que con su sensual forma esculpen esos labios que momentos antes lo besaron para dejar en él estampado el codiciado ósculo, exquisito, como aquél que ansiosamente buscaran otros labios para saciar una sed ardiente, rauda mecha que desata la pasión. Es sangre bermeja que brota de lo más hondo de mis entrañas y escapa violenta y me abandona; es otro soplo de mi vida que huye tras golpearme con fuerza como tenue anticipo del día final, cuando exhale el último suspiro y queden definitivamente aplacados mis dolores. ésos que cada jornada se ensañan con mi alma y zarandean cruelmente a mi caprichoso corazón que, testarudo, sueña todavía con imposibles y anhela ese beso que aderece una romántica cena con una hermosa dama; ese tinto en dos copas servido que caliente nuestros cuerpos.

Me tiendo en el lecho con la mirada perdida. Son apenas unos minutos en que me entrego a nubosos pensamientos, tratando de evadir mi mente y navegar por mis anhelos, siempre frustrado, muriendo cada imagen que pasa fugaz ante mis mientes y me rememora mi fatal suerte, ésa que me ha convertido en apenas un triste espectro de aquél que podría haber sido. Son reflexiones como éstas las que me sumen en una diaria desdicha. Cual incesantes gotas, las tortuosas penas caen y golpean contra mi espíritu magullado; lo laceran como a piedra horadada y le provocan agudas heridas que nunca podrán cicatrizar. Punzantes males son los que afligen al alma hasta que se produce la fuga de las lágrimas que, como la sangre, huyen de unos ojos lastimados, cristalinos, donde brilla la nostalgia; unos ojos de los que se adueñan la rabia y la impotencia, la imposibilidad de cambiar mi destino.

Transcurren los días y llegan las fechas señaladas, aquéllas que remueven los sentimientos, aquéllas que sería grato compartir con otras personas que el tiempo, insaciable depredador, va devorando y apartando de nuestro lado; personas que el variable azar ha puesto en otro lugar y las ha alejado de nosotros. Son fechas de remordimientos, donde la luz no consigue resplandecer; días en que el espíritu busca la soledad y el silencio como un pobre mecanismo para aligerar su carga, único remedio, aunque ello suponga morir entre angustiosas lágrimas, ahogado en medio de recuerdos y de pensamientos; ante la idea de lo que podría haber sido y la certeza de mi despiadado sino.

Autor: Javier García Sánchez,

desde las tinieblas de mi soledad,

25-12-2016.

7 comentarios en “HERIDAS ABIERTAS

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