Un año más volví a huir del infernal ruido de la festividad de mi tierra, aquélla que con sus gritos atronadores desafía la cólera del cielo y da la bienvenida a la primavera, época de renacimiento y esperanza; fecha que en los lejanos años de mi tierna infancia acogía con júbilo, antes de que el prematuro invierno llegara a mi vida y tiñera de gris mis días, con este frío perpetuo que se cierne sobre mi existencia y me priva del pueril entusiasmo que jamás debería haber perdido.
Esta vez, sin embargo, a diferencia de las dos ocasiones anteriores, había decidido que mi marcha no fuera un mero exilio, una breve fuga que se redujera tan sólo a unas pocas jornadas, las indispensables para escapar al asfixiante alboroto y regresar cuando aún las calles rezumaran sus últimos y pestilentes olores tras tan enloquecedor jolgorio. Con una gran antelación de tres meses habían planificado ese momento, un momento que habría de convertirse en un reto personal y en una gran aventura; y es que por vez primera decidí tomar un avión y visitar a una amiga en Santa Cruz de Tenerife, en las Islas Canarias. Conociéndome, sabía que, si no reservaba pronto el vuelo y el hotel, en el último instante podía ser víctima de mi propia pusilanimidad, que me asaltarían los nervios y me abstendría de dar ese paso; invocaría vagas excusas que mi cerebro racionalizaría y así continuaría acomodado en mi burbuja, sin tomar riesgos, pero también sin vivir. Sobra decir, por tanto, que mis mayores temores se centraban en el pánico a que una mala impresión acabara con una buena amistad, o incluso a los duros trámites que el hecho de tomar un avión implicaba, o al elevado desembolso económico; pero no al hecho en sí de volar que, por otra parte, me parecía una experiencia muy excitante. En ningún momento temí por mi vida, acaso porque sabía que tampoco se perdería gran cosa. Pero fue por este último factor, el económico, que decidí hacer las reservas tan pronto, para obligarme a mantenerme en mi decisión y no echarme atrás, consciente de que ello habría implicado perder una abultada suma.
La última semana, la previa al viaje, estuvo marcada por los nervios, descontando los días y las horas del calendario. Hice compras hasta la víspera, y alguna noche me faltó el sueño, más que nada por el temor a perder el avión. El hecho de enfrentarme a algo nuevo me provocó mucha ansiedad, a pesar de que un gran amigo se ofreció a acompañarme al aeropuerto y ayudarme en los trámites de embarque. Como ya he dicho en muchas ocasiones -y como corroborarán quienes me conocen-, soy extraordinariamente despistado; temía olvidar algo y tener que regresar a casa, con la angustia que ello me generaría. Por ello quería llegar lo antes posible, para anticiparme a cualquier imprevisto, aunque ello supusiera pasar la tarde dentro de aquel recinto, rodeado por todos esos paneles con luces de neón donde figuraban los nombres de varias ciudades, convertidas en puntos de origen o de destino, con miles de pasajeros portando pesadas maletas, y descansar en una de las cafeterías, a pesar de que las consumiciones ahí serían más caras, y calmar mi ansiedad con nuevas dosis del letal brebaje que habría de mezclarse con mi sangre para volver a alterarme. Curiosa sensación que tarde o temprano acabará conmigo: el pulso entre un cuerpo fatigado por el agotamiento, pero que resiste con hercúlea energía, debido a la tensión que aflige a la mente; ese instinto ancestral de todo animal que concentra toda su fuerza para mantenerse sereno y rechazar cualquier posible ataque.
Así fue cómo transcurrieron los últimos siete días; unos días de esperanza y zozobra. Unos días que se hicieron eternos.
Autor: Javier García Sánchez,
desde las tinieblas de mi soledad,
19-03-2017.
20-03-2016.
Genial aquest esperit aventurer!! 👏👏 Bé, per tu!! Sortir de la zona de confort és sempre dur, però val molt la pena!! 😉
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Bon dia de dijous!! Una abraçada, Javi!! 😊
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Moltíssimes gràcies, Lidia! La veritat és que m’encantà l’experiència, i la penso repetir! Et torno eixa abraçada!
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Me encanta, continuación pronto porfi. Pero explícame el lío de las fechas porfa. Besos!!
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¡Muchas gracias, Ana! Estoy haciendo una crónica de este viaje. Ya he publicado las partes II y III. Besos.
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Ese es mi jet lag… besos!!
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