Hoy se cumple un nuevo aniversario de uno de los hechos más tristes, deleznables y vergonzosos de la historia. Fue el 11 de septiembre de 1973, cuando los yankis secundaron el golpe de Estado que le costó la vida a Allende, después de haber sometido al país a un intenso embargo para desestabilizarlo y conseguir la caída del régimen socialista. No fue el primer atentado contra la democracia en América Latina, pero sí el más significativo, por haberse cobrado la vida de su presidente y por haber puesto en marcha una cruel maquinaria represiva de todas las personas de izquierdas.
Desde poco después de su independencia, Estados Unidos se extendió de costa a costa del Continente y se propuso el control del Nuevo Mundo, tal como proclamaba la doctrina Monroe, América para los americanos; pero lo hicieron con un nuevo sistema, más inteligente, menos costoso y arriesgado, que sería el que siempre emplearían: la imposición de dictaduras afines, después de expulsar a las anteriores potencias coloniales o de derrocar los regímenes locales. El primer patio lo dieron en América Central. Después de arrebatarle a México la mitad de su territorio, le declararon la guerra a España y consiguieron la independencia de Cuba. La isla no quedó incorporada como Estado, pero sí bajo el control de presidentes que la gobernaban despóticamente y la expoliaban para beneficio propio y del de sus jefes.
La Segunda Guerra Mundial permitió la aparición de una segunda superpotencia, la URSS, que se extendió por la parte oriental de Europa y por Asia. La rivalidad con los gringos fue agresiva desde el principio. Esto fue aprovechado por los rebeldes cubanos, que vieron el momento propicio para alzarse contra la dictadura de Batista, seguros del apoyo soviético. A pesar de que la tensión entre los dos bloques se resolvió con la retirada de los misiles de Cuba y de que la isla quedó desprotegida, el régimen consiguió sobrevivir; pero los yankis sacaron una lección de aquello, que les llevó a impedir que en adelante hubiera más Cubas, para no perder su hegemonía en el Nuevo Continente, el dominio del cual se habían arrogado desde hacía un siglo. Por ello, el control que ejercieron desde entonces para reprimir las revoluciones fue más estricto, como fue el caso de Nicaragua, donde el Frente Sandinista pretendía emular al régimen cubano.
En este contexto Allende ganó las elecciones chilenas en 1971. A los comicios habían acudido dos grandes coaliciones que representaban los dos polos enfrentados; derecha e izquierda. La CIA trabajó por sus intereses, pero tenía el plan alternativo de la intervención militar, en caso de que el primero fracasara. Cuando Allende inició sus reformas, entre éstas figuraban la nacionalización de las minas de cobre y de salitre, en poder de los yankis, que pusieron en marcha el bloqueo y las ayudas para facilitar el golpe militar de Pinochet. La imagen que se ofrecía a la opinión pública era de crisis, de desabastecimiento; y de ello se culpaba al gobierno. El resultado fue una horrible dictadura, al término de la cual, además, el país estaba mucho más polarizado.
Hoy, 44 años después de aquel detestable magnicidio, los gringos estrangulan económicamente a otro país díscolo para robarle sus recursos naturales. Ello, mientras manipulan la información que a diario nos sirven los medios, para que así la opinión pública acabe legitimando el asesinato de un presidente legítimo y que el imperio pueda saquear Venezuela libremente.
Autor: Javier García Sánchez,
desde las tinieblas de mi soledad,
10-09-2017.
Saludos, te leeré más seguido.
Te invito a un paseo por mi blog.
Bendiciones.
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