ACORDES DEL ALMA

El saxo tocaba aquella música impregnada de melancolía. No en vano el nombre del género era blues -melancolía, tristeza-; música compuesta para apaciguar espíritus atormentados, aquéllos que viven abrumados por su pasado y la dicha perdida. Si hubiera tenido un mínimo de talento musical, lo habría expresado de aquel modo; habría satisfecho sus dolores internos con aquellas notas plañideras, que acaso le hubieran reportado unos pocos cuartos, unas miserables pesetas, ganadas en cualquier esquina durante las frías noches de invierno. Muchos transeúntes, identificados con aquella angustia, se habrían solidarizado con su pena. Aquello, al menos, le habría permitido esa vida bohemia que se escondía en lo más recóndito de su corazón, aún sin atreverse realmente a salir y a mostrarse, por carecer de medios para defenderse, perdido en el mundo, con una sociedad que rechazaba y que le rechazaba.

En cambio, nunca había tenido oído para la música. En sus horas de desconsuelo únicamente podía hallar algo de tranquilidad en sus propias letras; en verter las tintas sobre un papel amarillento y volcar ahí todas las ideas que le oprimían. Aquellas ideas se perdían, como se perdían las notas de una melodía después de tocarla; pero nadie había de leerlas; nadie había de participar de sus pensamientos. Éstos, redactados en sus momentos de mayor zozobra, solían hallar el momento óptimo en la oscuridad de la noche, en silencio, sin nadie que perturbara su meditación ni interrumpiera aquel viaje hacia sus adentros. Sentado ante su escritorio, con una pálida luz que le mostraba las cuartillas, empezaba a pasear por ellas la pluma mientras se vaciaba de sus nostalgias. Levantaba la cabeza para atrapar algún recuerdo en el preciso instante en que éste trataba de huir; lo encontraba camuflado entre las viejas paredes, ya un tanto carcomidas, y le daba forma con su trazo indeciso.

Aquel ritual podía consumirle la última hora de vigilia, antes de recuperar la serenidad para entregarse en brazos del frío lecho. Esa noche, sin embargo, no tenía ánimos para escribir; su ánima se encontraba demasiado atribulada por las imágenes que le ofrecieran las calles, por las voces que captara accidentalmente y que le hicieran rememorar hechos pretéritos.

Sólo entrar en casa se acercó a aquel tocadiscos antiguo y puso una obra que tenía reservada para sus ocasiones de mayor tristeza, tal como reflejaba aquel aparato antiguo, que hacía gemir los discos al contacto con la aguja, cada vez más deteriorados, como su propio espíritu. Apagaba la luz y se sentaba en el sofá a escuchar los lamentos de las almas.

Autor: Javier García Sánchez,

desde las tinieblas de mi soledad,

21-09-2017.

4 comentarios en “ACORDES DEL ALMA

    1. Es cierto, Estrella, querida amiga. Hace poco recordé un blues que, como todos, me llegó al alma; pero es lo que dices: las musas suelen discrepar entre ellas; cuando una se fija en alguien, las demás dejan estar a esa persona.
      Otro abrazo para ti, Estrella.

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  1. Preciosa entrada. No hi ha res millor que deixar-se endur per la música.
    Vaig molt endarrerida en les lectures, però prometo posar-me al dia en els pròxims dies. Una abraçada, Javi.

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