Sólo había sido un sueño. La alegría exuberante que había experimentado; la sin par que le había hecho temblar de emoción; ese nerviosismo que le había recorrido el cuerpo por la hazaña consumada; las impetuosas lágrimas que huían de sus ojos, irritados, mezclado el sentimiento de gozo con los reproches por la demora; la incredulidad con que la contemplaba, sin atreverse a besarla, a abrazarla siquiera, temiendo que en el crucial instante en que intentara asirla, la sagrada imagen desaparecería…
Ahora, todo aquello que minutos antes había sido tan real y lo había sumergido en una especie de estado febril, se revelaba como lo que verdaderamente era: una traición de los sentidos; una ensoñación, producto de su mente atribulada que, incapaz de dar respuesta satisfactoria a sus anhelos, había fabricado en su mente esa situación maravillosa, donde no existían los imposibles y donde su corazón cobraba el valor que tanto le faltaba; donde menguaban las distancias y las almas se ensanchaban.
Ahora despertaba frustrado, dolorido por lo que consideraba una cruel burla, un vil engaño del entendimiento. Cuando más agotado se sentía era cuando se adentraba con menos precaución en aquel terreno brumoso y resbaladizo, hermano de la muerte, donde vagaba con intrepidez temeraria, ajeno a sus propios pasos.
Aturdido, con los ojos todavía medio cerrados en la penumbra de su cuarto, reflexionaba acerca de aquello, de cómo la bravura de aquel sentimiento había ido disminuyendo con el transcurso de los meses. Se lamentaba por la acción implacable del tiempo, por la rapidez con que todo lo corroía, haciendo desaparecer en apenas un instante la magia primera; por cómo se había enfriado la ilusión tan ardiente que otrora albergaran dos espíritus que tan tempranamente sentían haber caído en la rutina. De nada le servía tratar de oponerse, de frenar el inevitable desgaste, como el incansable viento que sin cesar azota las puntas de la roca hasta que se vuelven romas.
Ahora vivía presa de sus nostalgias, añorando ese mundo que le había abandonado para siempre y que ya no iba a volver; esclavo de los caprichos de la noche, que sin previo aviso realizarían sus más fervientes deseos, sólo para reírse de él al cabo de unas pocas horas, mostrándole cuán vana era su existencia; enseñándole que todo había sido un sueño.
Autor: Javier García Sánchez,
desde las tinieblas de mi soledad,
17-10-2017.
Molt bonic, Javi! El teu gènere és el romàntic sense dubte!! Per què no t’animes a crear una trama llarga? 😉
Una abraçada
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Moltíssimes gràcies, Lídia! La veritat és que m’has sorprés amb aixó del gènere romàntic. En realitat, jo no sabia quin era el meu, jeje.
En quant a lo d’escriure una trama llarga, m’encantaria, però no tinc paciència, i trobo que tampoc imaginació.
Una altra abraçada de tornada.
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