UNA NUEVA ETAPA (IX)

Obviamente, no les di ningún sentido a aquellas palabras; aquello no tenía el menor sentido. La expresión de Luis, su severidad, sin embargo, contradecían mis miradas de incredulidad. Sólo quedaba una explicación, una salida racional posible: lo que había vivido hasta el momento había sido algo muy hermoso, pero no había sido más que un sueño, el resultado de una fantasía desbordante, que se había unido a mis ansias por asistir a aquel baile y a mis deseos más salvajes, que podían ser saciados con el chico rebelde. Pero de repente el sueño se había vuelto pesadilla, quizá a causa de una mala digestión; o quizá eran mis temores y mis suspicacias hacia aquel ligue. En cualquier caso, todo aquello había sucedido en mi mente, por más real que entonces lo percibiera. Angustiada, anhelando confirmar mis conjeturas, empecé a agitar la cabeza como si fuera un ser minúsculo que llamara a otra persona, en el interior de la cual se encuentra, mientras finas lágrimas empezaban a rodar por mis mejillas y me gritaba para forzarme a despertar.

No sé cuánto tiempo permanecí en tal estado; perdí por completo el control sobre mí misma ante tal absurdo. Tal vez fueran tan sólo unos segundos, pero no puedo asegurarlo. Sólo sé que recuperé por un tiempo la calma cuando Luis me zarandeó y me clavó sus pupilas felinas para decirme escuetamente: -Laura, por favor, no insistas; no estás soñando.

Sé que lo que voy a pedir a quienes esto leen es un imposible; pero quisiera que hicieran un gran esfuerzo de imaginación para tratar de ponerse en mi lugar. Repito que sé que es un imposible. Por más empatía que uno tenga, esto es algo que va más allá de la inteligencia o de la comprensión. Si hacéis el esfuerzo que os pido, aún así no hallaréis más que un minúsculo atisbo de lo que sentí cuando escuché aquello de boca de Luis y al ver que mis desesperados esfuerzos por despertar no daban resultado.

Volví a sacudirme, víctima de una crisis nerviosa. Algunos dirán que es el comportamiento habitual de una chica; que somos el sexo débil y unas histéricas. Esto que estoy refiriendo no tiene nada que ver con esa vulgar y más que discutible diferencia entre sexo débil y sexo fuerte. Las mujeres somos capaces de grandes esfuerzos y hazañas que dejan con la boca abierta a los hombres; y me gustaría ver a uno de esos machos alfa sufriendo los dolores de la regla. Para poder juzgar mi reacción es preciso haber vivido mi situación, y creo que nadie más lo ha hecho.

Ahora que ha pasado el tiempo sé que no sufría peligro alguno y que aquello era real; pero en el instante lo negué, como es natural. Movía la cabeza de un lado a otro como si pretendiera espantar moscas o activar las somnolientas neuronas de mi cerebro. Luis seguía asiéndome fuertemente por los hombros para hacerme entrar en razón -o en lo que quiera que fuera-. Cuando volví a serenarme me dijo:

-Laura, por favor, sé lo complicado que es esto para ti. Te ruego que me escuches.

Ante mis espasmódicos movimientos y mis gritos, cuantos nos rodeaban habían callado y nos miraban.

Autor: Javier García Sánchez,

desde las tinieblas de mi soledad,

14-11-2017.

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