UNA NUEVA ETAPA (LXXII)

-Gabi, eso es muy bonito; es lo más hermoso que he oído.

-No lo es -respondió con seguridad.-. Laura, apenas te conozco, pero consigues que me sienta muy bien contigo y que me olvide de mis complejos; pero el problema es que, es tan grande el vacío que siento, que no puedo taparlo más que de manera momentánea.He concentrado todo mi afecto en ti, de tal manera que el aprecio que siento es muy intenso; pero cuando nos separamos vuelvo a hundirme. Ni podemos estar juntos todo el tiempo, porque eso es imposible; ni es sano tara ti tenerme siempre encima y que mi bienestar dependa de ti, pues ello te originaría una gran presión; ni para mí es sano depender de una única persona. Es más, si me encontrara bien, no dependería de nadie.

-A ver, Gabi, cariño, vamos por partes: estoy de acuerdo en todo lo que has dicho; no podemos estar siempre juntos, ni ello sería bueno para ninguno de los dos. Pero, ¿acaso crees que me sacrifico para estar contigo?, ¿acaso crees que hago algún esfuerzo?, ¿que renuncio a estar con otras personas? Pues no. Y, si renuncio, lo hago porque me siento muy a gusto contigo; y el hecho de que algún día te puedas quitar la vida me aterra. ¿Qué mas da que no podamos estar siempre juntos? Al final caeríamos en la monotonía y nos aburriríamos el uno del otro. Míralo de este modo. Además, la separación permite que crezca ese cosquilleo, esas ansias por ver al otro; y luego el placer de retomar el contacto es aún mayor.

Me escuchaba mientras hablaba y me preguntaba hasta qué punto era aquello una amistad; hasta qué punto mis consejos eran los de una amiga; si cada uno no deseaba dar un paso más. Era algo que, pensado en tan sólo unos breves segundos, así como cuando reposaba por las noches al abrigo de las mantas, me generaba vértigo. La amistad que teníamos era muy sólida y bella, pero me daba miedo que se echara a perder por un paso en falso. Gabi era adorable, pero no era el tipo de chicos que me despertaba mariposas en el estómago; no era uno de esos tipos seguros, decididos, con las ideas claras. Y, como había dicho, no quería darme presión. Y, además, si lo intentábamos y salía mal, no sabía de qué sería capaz. Estaba hecha un buen lío.

-Verás, tengo que confesarte algo, para que veas que soy muy sincero: significas tanto para mí; eres tan importante, que siento ansiedad de pensar que algún día te cansarás de mí. Sé que es una locura, un temor irracional, pero no lo puedo evitar. Temo que te alejes; hacerte sentir incómoda y espantarte.

-Pero Gabi, ¿no ves que es la pescadilla que se muerde la cola?, ¿una profecía auto cumplida? Temes lo que pueda pasar, por más que ahora estemos muy bien. Para que me alejara de ti haría falta que me hicieras una putada; y sé que eso no va a pasar. Así que estate tranquilo.

<<Menudo sofoco me hiciste coger anoche. Eso sí: admito que lo que leí, aunque me desgarró el alma, me gustó. No soy escritora, pero me gusta tu estilo. Deberías utilizar tu talento para otras cosas que no sean romperme el corazón; o rompérmelo de otra manera, si quieres.

Nuestras palabras siempre tenían medias tintas. Sabíamos que nos movíamos en un terreno resbaladizo, próximos a cruzar la delgada frontera, pero sin atrevernos a hacerlo. Era un gran salto; y sabíamos que podíamos precipitarnos en el abismo.

Autor: Javier García Sánchez,

desde las tinieblas de mi soledad,

31-01-2018.

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