CUADERNO DE GABRIEL
LA GRAN BATALLA (I): EL BOSQUE SAGRADO
El bosque le atraía de una manera especial, extraña. Si alguien le hubiera preguntado la causa que le había hecho salir aquella mañana temprano para adentrarse a través de aquellos frondoso caminos, amparada por sus túneles de verde follaje, aspirando su límpido aroma, no habría sabido dar una respuesta racional; o, al menos, no habría sido enteramente fiel a la verdad. Se había visto obligada a ocultar una parte de la misma, bajo el peligro de que no le creyeran, como, por otra parte, veía tan lógico; pues ni ella misma acababa de confiar en sus propios sentidos, en su intuición. Pues no era sólo un mero viaje que buscara huir de la rutina diaria o que buscara un ambiente más sano para sus pulmones; ni que pretendiera huir del mundanal ruido de la gran ciudad. Era algo más; era como una gran fuerza que la impelía a dirigirse hacia lo más profundo de aquella selva, donde acaso se ocultaran sus ancestros, reflejados en cada árbol, en cada arbusto, donde habitaban las ninfas, las míticas guardianas de tantos secretos.
Pero aquella vez se dirigió con paso decidido hacia el lago, donde intuía que hallaría las ansiadas respuestas, aunque aún no sabía cómo. Empezó a averiguarlo cuando, ya en la orilla, se arrodilló para meter las manos en las aguas y bañar su rostro. Entonces comprobó que éste no se reflejaba; o no lo hacía con la fidelidad que esperaba. Pues ahí aparecía con el ceño fruncido y la mirada concentrada. A pesar de que al lago sólo ofrecía la cara, éste le devolvía toda su figura; y ésta aparecía vestida con una armadura que se ceñía a su cuerpo, dejándole la cabeza al descubierto, con su larga melena azabache que caía sobre la pesada ojalata, agitada por una suave brisa. No reposaba, pero tampoco se hallaba de pie, sino que descansaba sobre un blanco unicornio, que hacía las funciones del fiel paquidermo, pero que, además, poseía la facultad de elevarla hasta las mayores alturas y ahorrarle riesgos. La alianza entre los seres humanos y tan noble y brava raza de animales ofrecía grades posibilidades de éxito en una batalla; o, cuanto menos, era plena garantía de escapar con vida de la lucha.
Empuñaba con la zurda una larga espada, prolongación furiosa de su brazo, entonces inmaculada, pero pronta para teñirse con la sangre de innumerables víctimas y segar sus vidas. Sus pupilas oteaban el horizonte, encendidas, como encendido estaba el fuego que a lo lejos ardía y devoraba cuanto encontraba a su paso. No era un incendio común, producto de un accidente, del mismo modo que quienes perecían no eran pocos, sino un elevado número de desgraciados; la ofrenda necesaria, pero siempre insuficiente, para aplacar el hambre de las llamas. Y ella debía de saber cuál era el origen; sabría que era provocado; y que el motivo de fondo estaba en esos odios que habían surgido entre aquellas comunidades. Era ésa la razón de que en su mirada hubiera esa rabia contenida, esa firme decisión para el ataque, ese afán por salvar a su gente. Con la firmeza que le aportaba saberse elegida para consumar semejante hazaña, encaraba el combate con entereza, con la seguridad de que su cuerpo no quedaría dañado; que su sangre no empañaría ningún filo; que ella liberaría a su pueblo del látigo que la oprimía.
Autor: Javier García Sánchez,
desde las tinieblas de mi soledad,
19-03-2018.
Un relato molto xulo, però no li veig la relació amb la història. Qui és la protagonista? Ningú en especial? Només una creació de Gabriel? Em despista una mica aquesta continuació…
Un consell, utilitza paràgrafs més curts i posar més punts i apart en la teva narració, és més agradable de llegir, almenys per a mi 😉
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jeje. Sí, Lídia; és una història inventada per Gabriel, però admiteixo que me’n estic anant massa per les branques, i vaig a intentar tornar prompte a la història principal.
Moltes gràcies pel consell dels paràgrafs. Intento que no siguin massa llargs, però sembla que encara ho són, jeje.
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