UNA NUEVA ETAPA (CLXXXIII)

Al día siguiente, ya sin la magia de la sorpresa, pero con las ganas igualmente vivas por resarcirme del incidente de la víspera, salimos media hora antes. Media hora de más calor, con un sol más intenso, que no daba muestras de querer irse. Pero lo que fue más absurdo, desde luego, fue quedarnos un buen rato en la puerta, soportando aquel poniente y sudando sin parar; y sin una triste botella de agua. Ahí, los primeros en llegar, veía muy probable que nadie nos echara a perder la función; pero también me acordé, inevitablemente, de la peste que exhalaba el día anterior aquel mastodonte, quizá con varonil orgullo, pensé en su momento; pero verme con la camiseta empapada, como la de Gabi, ambas ceñidas a nuestros cuerpos y sofocados, me traía aquel recuerdo, aquella imagen tan grotesca; y verme reflejada en ese animal me espantaba.

En cuanto abrieron las puertas entraños y reservamos los asientos; dejé a Gabi y salí disparada a comprar en la máquina de refrescos unos cuantos botellines de agua para reponernos. Ya a su lago, aguardamos los últimos minutos, mientras la sala se iba llenando y se ultimaban todos los preparativos. De todos modos, no tuve sosiego mientras no se cerraron las puertas y me cercioré de que no aparecían aquellos sujetos.

Recuperé la calma en cuanto bajaron las luces y comenzó a sonar aquella música misteriosa; cuando un humo escarlata iluminó la liana por donde poco a poco se hacía visible el cuerpo de la moira que descendía para contar la historia que ahí iba a principiar. Y entonces me percaté de algo que nos llamó la atención a Gabi y a mí -y seguramente a otros, si es que había otras personas del día anterior que habían querido volver a ver la obra-; y era que la actriz no era la misma. Ignoraba qué había pasado con la otra; pero aquélla, la única que había podido ver con claridad, debido a sus artes circenses, era otra bien distinta, con un timbre de voz que percibía más grave.

Intrigados por aquel cambio, aunque sin hacer comentarios, por no perder detalle de la obra, continuamos apreciando el trabajo impecable de los actores, todos ellos jóvenes, que se dejaban la piel en el escenario con una gracia que nos hizo aplaudir de entusiasmo.

Pero entonces, cuando mejor lo estábamos pasando, llegó el jarro de agua fría. Vino con el aspecto de uno de los guardianes afines al rey usurpador; un mastodonte de 1’85 con un cuello corpulento que, adivinaba sin necesidad de tenerlo delante, llevaba tatuados sendos arpones en los brazos. Gabi también lo reconoció; nos miramos incrédulos y cuchicheamos sobre aquello, algo a lo que no dábamos crédito, hasta que las quejas de otras personas nos hicieron callar. Pero lo mejor de todo fue que el actor más completo; aquél que más donosamente interpretaba su papel y que más sonoras carcajadas arrancaba, era el mastodonte sudoroso que el día anterior había despertado todo mi odio. Para mí ese tipo era todo un enigma; tenía todo el aspecto de un bruto, pero mostraba una sensibilidad que no le correspondía.

La obra, como el día anterior, concluyó con una danza de todos los actores y luego el saludo al público, todos en fila. Y fue entonces cuando pude acabar de identificar a aquella moira que trepaba por la liana; aquella mujer con timbre distinto. Vista de frente, en primer plano, con su piel tostada y sus contornos definidos, ya no me quedaba duda: aquella mujer era África.

Autor: Javier García Sánchez,

desde las tinieblas de mi soledad,

28-06-2018.

6 comentarios en “UNA NUEVA ETAPA (CLXXXIII)

  1. Li he donat al botó abans d’hora. Segueixo: deia quese’m fa incomprensible que dos adolescents vagin al teatre i a més a més, dos cops seguit a veure la mateix obra… és una mica difícil de creure.
    En un paràgrafs hi ha alguns errors tipogràfics:
    «En cuanto abrieron las puertas entraños (entramos) y reservamos los asientos; dejé a Gabi y salí disparada a comprar en la máquina de refrescos unos cuantos botellines de agua para reponernos. Ya a su lago (lado)…»

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