UNA NUEVA ETAPA (CLXXXV)

La siguiente semana fue de transición. Cuando concluyó, por fin regresé a la capital para volver a hacer vida independiente. Era mi segundo año de universitaria, y sería muy diferente del primero; de ello no me cabía la menor duda. Acudía con la experiencia del curso anterior, conocía el terrero; y, lo más importante, mi estado psicológico, después de lo afectada que estaba en el momento inicial, cuando me sentía tan inquieta por mi futuro, había vuelto a la calma.

Muchas cosas habían cambiado. Ya no era la chica alocada que regresaba a las tantas y se acostaba con cualquiera, sin nada por medio más que un contacto físico, el placer del momento; ya no era la chica indolente que aprobaba los exámenes raspados, como si anduviera por la cuerda floja; ya no dependía de mi familia ni compartía casa con mis padres. Ahora mis horarios de sueño se habían normalizado; el sexo, antes tan habitual, se había convertido en algo accesorio; pero, cuando lo tenía, era mucho más pasional e intenso, con una única persona, con la cual, además, ahora iba a compartir piso, con los riesgos que ello entrañaba, pero también con mucha emoción. Yo, decididamente, no era la misma.

En el vestíbulo de la facultad me encontré con algunos de mis compañeros del año anterior. Nos saludamos alegres por volver a vernos, a pesar de que en primero yo no me había destacado por mi sociabilidad, precisamente. Pero bueno, supongo que valorarían mi discreción; el hecho de que, aunque me vieran distante, cuando hablaba lo hacía con sensatez; que se notaba que mi naturaleza era la de una persona justa; que cuando participaba en las actividades grupales razonaba bien y sabía exponer mis argumentos. Y todo ello, colegí, sorprendería aún más y produciría mayor admiración al recordar mis condiscípulos lo demacrada que había iniciado las clases. La progresión, la mejoría que me había llevado a recuperarme por completo y a destacar, hizo que muchos me miraran con respeto; y ello, no voy a negarlo, me enorgullecía.

Junto a las caras amables que ahí vi había otras que, o no lo eran tanto, o me eran, al menos, indiferentes.

Hacia el profesor de género y violencia sentía un marcado desprecio. Debo añadir aquí un matiz al primer juicio que hice en su día, cuando lo califiqué de machista y misógino. Creo que mis palabras no eran del todo correctas. Los razonamientos que esgrimía sí que podían interpretarse como tales; pero él se limitaba a exponer argumentos que podría emplear un juez, atenuantes basados en las normas sociales; y era aquello, el modo de expresarse, lo que le hacía parecer machista y misógino.

Aquel hombre, en realidad, era un gran profesional; sabía mucho. Lo que me hacía aborrecerlo era que era un vanidoso y un prepotente. Nunca me molesté en aprenderme su nombre; si lo necesitaba, lo buscaba en la guía del profesorado. Entre nosotros le llamábamos don cabello púbico, por los sugerentes y escasos rizos que adornaban su prominente calva. Lo vimos pasar con su porte arrogante; usamos su nombre en clave para vejarle con nuestras crueles bromas, y uno de los compañeros nos arrancó a los demás unas risas indiscretas cuando, poco antes de que se nos cruzara, comenzó a entonar la musiquita de La amenaza fantasma.

Autor: Javier García Sánchez,

desde las tinieblas de mi soledad,

01-07-2018.

7 comentarios en “UNA NUEVA ETAPA (CLXXXV)

      1. jajaja. Anem a vore… M’encanten els teus comentaris i les teves crítiques, Lídia, perquè les fas amb molt de resspecte i perquè et considero una gran persona. Però no puc evitar acojonar-me al pensar en lo que em puguis dir, jajaja.

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      2. jeje doncs deixaré de posar-te comentaris si t’has de sentir així!! Jo els faig amb tota la confiança i perquè t’ho m’ho permets, però si en cap moment no et sembla bé, només m’ho has dedir i ja està. No m’enfadaré pas! 😉

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      3. Nooo, Lídia! Perdona. Tal volta no m’hagi expressat b. M’encanten els teus comentaris, els veig molt útils, i intento aprendre d’ells. Et demano disculpes si t’he fet pensar que no m’agradaven.

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