-Es una pena lo que le ocurre a ese chico. Un tipo con carisma, muy apreciado por sus amigos y por su familia, con una niña recién nacida y un gran futuro por delante como poeta… Sus padres y sus hermanos lo pasarán muy mal; pero, hablando en sentido amplio, será una gran pérdida para el mundo de las letras.
-Pero, ¿tan mal está? Me dijo Gabi que había habido complicaciones, pero que al principio era una simple gripe.
-Al principio; tú lo has dicho. Pero ahora está en la cuerda floja. Esta mañana se ha convertido en pulmonía; tiene los pulmones encharcados. Hubo un momento en que los médicos pensaban que lo perdían.
La puerta del baño se abrió; miré por debajo de la de mi retrete y vi que entraba una mujer con su hija. Callé pacientemente, aguardando a que salieran para reanudar una charla cargada de misterio para mí.
Lo cierto era que me sentía un poco incómoda. No podía hablar con libertad; debía guardar las formas, porque nadie entendería si me vieran hablando sola. Por otra parte, la gente notaría algo raro; todos se percatarían de que una chica había entrado en el cuarto de baño y se demoraba más de lo normal. Por suerte, se trataba de un hospital; siempre podría excusarme con náuseas o con cualquier otra indisposición. Lo peor era que no quería preocupar a Gabi; él ya tenía bastante con su primo. Pero es que la niña se encontraba mal; y ésa fue la causa de que tardaran en salir.
Cuando por fin se marcharon, pudimos continuar.
-Lo curioso es que nadie puede verte ni oírte. Entonces, ¿por qué vas vestido así?
-Soy muy protocolario. Si voy a asistir a un quirófano, aunque no tenga virus que puedan infectar al paciente, y aunque no necesite disfrazar mi imagen, me gusta ponerme la indumentaria adecuada. Tendrías que verme entrar en una sinagoga o en una mezquita.
-Sobreviviré sin verlo.
<<¿Y qué hay de Gabi? Veo que le afecta más de lo que esperaba.
-Dale tiempo. Él mismo te lo contará. Y ahora será mejor que nos despidamos; creo que se preocupará si tardas más.
Después de decirme estas palabras, fui yo quien yo quien no volvió a verlo ni a oírlo.
Así acababa aquella experiencia -surrealista o mística-. Me dejó cavilosa, como solía pasarme cada vez que hablaba con Luis. Decía que me quería, y se preocupaba por mí; y ello implicaba que se preocupara por Gabi. Y, para colmo, no obraba a disgusto; y, si lo hacía, no se le notaba.
-¿Qué ocurre? ¿Te encuentras bien?
-Sí. Perdona. No estoy acostumbrada a los hospitales; y creo que me ha causado más impresión de la que me esperaba. Además, ya es tarde. Se me debe de haber mezclado todo; la impresión con el día tan largo. ¿Te importa si nos vamos ya? Mañana regresaremos.
-Sí; tranquila. Vámonos; aquí ya no hacemos nada. Y, si te sientes mal, mañana puedo venir solo.
-De ningún modo. No creerás que voy a dejarte solo en esta situación. Lo de hoy ha sido algo anormal; mañana estaré bien. Además, así tendrás ocasión de presentarme a alguien más de tu familia, aunque bien sé que no es el momento más idóneo.
Autor: Javier García Sánchez,
desde las tinieblas de mi soledad,
24-08-2018.
Ya me he puesto al día, Javi, es una historia muy interesante, se lee muy bien.
Besos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
jeje. Sí; ya veo. Muchas gracias por tus ánimos, Estrella. Me alegro de que te esté gustando.
Besos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Una experiència surrealesta, sens dubte 😉 Parlant amb un ser invisible tancada al lavabo jajajaj 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona