UNA NUEVA ETAPA (CCXXXI)

Permanecimos callados durante unos minutos, detenidos en medio del camino, mirándonos cara a cara. El viento seguía silvando y me rozaba con su fría mano. Luis me observaba con los ojos bajos, con una expresión de melancolía y de tristeza que nunca hubiera sospechado en su temperamento decidido y seguro, Me acariciaba la mejilla izquierda con una ternura que me parecía tan impropia de él, que me asusté. Temí que un cambio semejante fuera  un mal presagio. Él escrutaba mi pensamiento; yo, el suyo. De repente rompió aquel mutismo. Sin apartar la mano de mi mejilla, con aquella expresión de sombría pesadumbre, dijo:

-Laura, cuánto has cambiado. Ya no eres esa niña tímida y miedosa; ya no tienes esas pesadillas que te despertaban en medio de la noche y que sacaban a tu padre de la cama para consolarte.

-Se nota que sabes mucho de mí.

-Por supuesto; por eso soy tu ángel caído. ¿Aún no recuerdas la primera vez que nos vimos?

-¿De qué hablas? ¿Del instituto?

-Es normal; eras muy niña.

Su voz era un susurro; su tono pausado y bajo reforzaba la melancolía de sus pupilas. La escena, con los dos en una calle solitaria, bajo la luz de una luna llena, habría sido romántica, de no haberme aterrado.

<<Tenías diez años; era el día de Navidad. Tus tíos llegaron a comer; tu madre te obligó a ponerte un vestido blanco que odiabas. Mientras tomabas el postre te lo manchaste; era tarta de arándanos. Tu madre se enfadó contigo; te gritó delante de todos por estar jugando con la comida. Le rompiste una pierna al niño del Belén y te encerraste en tu cuarto.

-Mi madre siempre ha tenido un talento especial para sacarme de quicio y ridiculizarme. Que no le extrañe si ahora me reboto.

-Aquella noche no tuviste ninguna pesadilla; pero fue la primera noche que nos vimos.

-¡¿Eras tú!?

-Luego, ¿te acuerdas?

-¡Claro que me acuerdo! ¡¿Cómo olvidar las peores Navidades de mi vida!? Por otra parte, por extraño que parezca, tengo la suerte de que suelo recordar los sueños. Entonces, ¿aquella noche te vi por primera vez?

-Así es.

Habían pasado casi diez años de aquello, pero las imágenes de aquella madrugada permanecían en mi memoria. Entonces no le había dado la menor importancia; sólo había sido un sueño. Pero ahora, mucho tiempo después, sabía que había algo más.

Aquella noche me sentía muy violenta con mi madre. En aquel sueño hacía un pacto con el diablo; éste se me aparecía y me ofrecía la posibilidad de elegir entre diferentes existencias a cambio de mi alma.

No sé si ésta sea la ocasión apropiada para comentar las distintas opciones por las que pasé; quizá más adelante me decida por escribir sobre ese capítulo de mi vida que, como otros, de momento queda en el tintero. Lo único que de momento puedo adelantar es que, si la vida que por entonces estaba experimentando me desagradaba, las otras posibilidades se me hacían aún más descorazonadoras; y ésa fue la razón por la que preferí conformarme con lo que ya tenía.

Y aquella imagen tan lejana en el tiempo, tan irreal, tan distante, había sido también Luis.

Autor: Javier García Sánchez,

desde las tinieblas de mi soledad,

13-09-2018.

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