UNA NUEVA ETAPA (CCXXXIV)

Llegamos a casa alrededor de las 23:30, molidos después de tanto caminar. Las chicas, tiradas en el sofá, veían una película. Tan pronto como abrimos la puerta se precipitaron hacia nosotros. Era obvio que nuestra tardanza era una mala señal.

-¿De dónde venís tan tarde -se apresuró a preguntar Selena-? ¿Acabáis de salir del hospital?

-No -me anticipé a tomar la palabra-. Ha sido un día muy largo, con muchas emociones. Gabi creo que está un poco mareado, como yo. Esta tarde falleció su primo; luego nos quedamos un rato con la familia; pero cuando salimos le pedí dar un paseo, porque me sentía muy tensa.

-Lo siento mucho -fue la típica frase, ya casi vacía de sentido por las veces que se usa, la mayoría de forma maquinal-.

Aquella noche nos acostamos sin cenar; tanto era el agotamiento que teníamos. A pesar de todo, me costó horrores dormirme; daba vueltas de un lado a otro de la cama, mientras pensaba en lo que había sucedido en el museo y en las cosas que me había contado Luis; pero, sobre todo, en esa mirada melancólica que se le había escapado y que me había revelado a un ser tan distinto al que conocía. Había muchas cosas que me ocultaba, y ello me inquietaba; como me inquietaba lo que había visto en aquella vitrina.

El martes desperté a mediodía, hambrienta después de tantas horas en ayunas. Aquel año se me estaba torciendo. Primero, una semana entera yendo al hospital para ver al primo de Gabi; después, faltando aquella mañana a clase por estar casi tan muerta como él; y, en tercer lugar, por la tarde sería el funeral. ¡Ah! !Y al día siguiente tendríamos el entierro! Perdón. Sé que lo que digo es muy egoísta, pero es como lo sentí en aquel momento. Por muy mal que me supiera la suerte de aquel pobre desgraciado, ni tan sólo lo conocía; no podía empatizar con la familia. Si hacía lo que hacía, era por mi chico; y me costaba lo mío.

-Lamento que tenga que conocer a tu familia en estas circunstancias.

-Tranquila; no es culpa tuya. Son los caprichos de la vida. Desde luego, no es la mejor situación, pero no se puede hacer nada. Esta tarde mis tíos estarán ocupados con todos los familiares y amigos. De hecho, para las 18:30 hay programado un acto de homenaje; se habilitará una sala donde se leerán poemas suyos y de otros poetas famosos.

-¿Tu primo escribía poemas? No me habías dicho nada. Ya sé de dónde te ha salido la vena artística.

-No es sólo que escribía poemas; los publicaba. Ha ganado muchos premios en certámenes de poesía. Le encantaba escribir; era un romántico, aunque también un bohemio; y ello tenía preocupados a sus padres. Disfrutaba yendo con los amigos a los bares; de hecho, su último libro de poemas lo tituló Tabernaria. Se reunían para compartir unas cervezas y se ponían a recitar poesías como si estuvieran en el siglo XIX. Sus únicos ingresos procedían de los premios que ganaba y de algunas participaciones en un programa de radio. Era un soñador; quería consagrarse a las letras, vivir de sus poemas, aunque ganara poco. Mis tíos también eran bohemios, pero tenían más astucia para trabajarse una vida cómoda. Mi primo era, como te dio, un romántico y un soñador.

Autor: Javier García Sánchez,

desde las tinieblas de mi soledad,

18-09-2018

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