EL REENCUENTRO (XVII)
Poco más resta por decir de lo que aconteció en aquella memorable jornada tremendamente larga y agotadora. Cuando llegué a casa eran casi las 12. Por suerte, a esas horas no había nadie; tenía todo el piso para mí solo. Descargué la maleta, bajé las persianas del comedor y de mi dormitorio y me acosté. […]
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