-¿De verdad tienes tantas ganas de ir a Alemania?
-No sé. Hanna era una buena amiga; y nada nos retiene aquí. Todos los nuestros han muerto o han desaparecido. Pero ir a otro país, con gente que habla otro idioma y otra cultura; una lengua tan gangosa, que parece que tengan la boca llena o que se estén ahogando mientras hablan; o que se estén cagando en todos tus muertos… La idea acojona, la verdad. En Bélgica al menos habríamos conocido a Javi. Pero, después de las escenitas que nos ha montado Raquel, la llevamos allá y quién sabe lo que puede pasar.
-Sí; tienes razón. Es impresionante lo persuasiva que eres, cómo se lo has quitado de la cabeza. Tendrías que haber estudiado psicología.
-Ni de coña. A mí no me metas ese muerto. Ya sabes las circunstancias que me llevaron a estudiar criminología. La psicología me sirve para la vida; y, si en Alemania puedo ejercer, para el oficio de criminóloga. Pero nunca me dedicaría a un trabajo como el de psicóloga; lo veo una estafa. El psicólogo ejerce la misma función que un amigo; escucha y da pautas de comportamiento. Los dos únicos consejos son saber escuchar y saber aconsejar. Yo los tengo, igual que mi padre los tenía; y no hemos estudiado esa carrera. Si me pongo a cobrar por cada vez que una persona me cuenta su vida, me hago rica.
-Es que el problema es que no toda la gente sabe escuchar. Eso que tú ves tan sencillo, otros lo ven una tortura. A la gente le gustan las historias alegres; si les das historias tristes, se deprimen. El hecho de cobrar es el único aliciente de los psicólogos.
-No lo creo.
Cobrar es algo necesario para vivir; pero hay algo más. Q uien se dedica a la psicología a menudo es alguien que ya arrastra traumas; y busca ayudarse cuando hace terapia a los pacientes. Además, cuando los pacientes salen adelante, de alguna manera están en deuda con el psicólogo; y esto aumenta su vanidad. De modo que la recompensa no es sólo económica, sino también psicológica.
-Puede que detestes la carrera, pero eres una gran psicóloga.
Y ahora, otra cosa: ¿Qué hay de Tania?
-¿Cómo que qué hay de Tania?
-¿No querrás dejarla aquí?
-No querrás que la llevemos con nosotros. Ya lo hemos hablado. Además, Hanna es mi amiga. No pienso meter mierda en su casa.
Esta conversación tenía lugar algo después de medianoche, ya a solas Gabi y yo en nuestra habitación. En la intimidad, sin que Raquel nos escuchara, podíamos tratar sobre aquellos asuntos, antes de pasar una hora más de sexo salvaje.
-¿Y qué esperas que le digamos?
-No hace falta decir nada. Salimos a dar un paseo, compramos los billetes, y, cuando llegue el día, nos marchamos sin que se entere. Cuando se dé cuenta, ya estaremos lejos. Y, si es por remordimientos de culpa, no te preocupes. Asumo toda la responsabilidad; y ella también me culpará.
-No sólo eres una gran psicóloga, sino muy maquiavélica. ¿Tanto se diferencia la psicología de la criminología? Un criminólogo ha de tener también algo de psicólogo, para meterse en la mente del asesino. Pero te oigo razonar así y te veo más como criminal.
-Si hubieras vivido lo que yo viví en Kenia… Llegas a dudar hasta tal punto del ser humano; estás tan harta de esta mierda de mundo…, que desearías matar a la mitad del planeta. Pero bueno, para eso creo que no hace falta haber estado en Nairobi.
Autor: Javier García Sánchez,
desde las tinieblas de mi soledad.
07-06-2019.