SCHOPENHAUER COMO EDUCADOR, POR FRIEDRICH NIETZSCHE

…Por temor al vecino que exige lo convencional y se esconde tras ello. Mas, ¿qué es lo que fuerza al individuo a temerle al vecino, a pensar y obrar como parte integrante del rebaño humano y claudicar de su propio modo de ser? …la conciencia turbada de cada cual, el axioma de que cada individuo es una maravilla rigurosamente única; osan mostrarnos al hombre tal cual él mismo, él solo es hasta en el más leve movimiento de músculo, más aún, demostrar que en esta estricta consecuencia de su unicidad, el hombre es hermoso y digno de ser contemplado, nuevo e increíble como cualquier obra de la Naturaleza, y nada aburrido. El gran pensador, si desprecia a los hombres, lo que desprecia es su pereza; pues por culpa de ésta aparecen ellos como mercancía fabricada en serie, como seres carentes de interés y no dignos de que se tenga trato con ellos y se los aleccione. El hombre deseoso de no formar parte del montón no tiene más que dejar de ser indolente para consigo mismo, obedecer la voz de su conciencia que le exhorta: «¡Sé tú mismo! Todo lo que ahora haces, opinas y apeteces no lo eres tú.»

…Por otra parte, es penoso y peligroso eso de cavar uno de tal manera en sí mismo y bajar por el camino más corto, violentamente, al pozo de su propio ser. Es muy fácil que uno se cause tan grave lesión que ningún médico lo pueda curar.

Habrá, por cierto, otros medios de encontrarse a sí mismo, de salir del aturdimiento en que uno se desenvuelve en general como en una turbia nube; pero yo no conozco ninguno mejor que el de recordar a los que educaron y plasmaron a uno. Voy a evocar, pues, hoy, a uno de los maestros y preceptores de los que me enorgullezco: Artur Schopenhauer, dejando para otra ocasión la recordación de otros.

Me cuento entre los lectores de Schopenhauer que después de haber leído la primera página suya saben que desde luego leerán todas sus páginas y se fijarán en cada palabra suya. Mi confianza en él se estableció enseguida, y sigue siendo ahora la misma que hace nueve años.

El modo de expresión de Schopenhauer me recuerda por momentos el de Goethe, sin sugerir otros modelos alemanes. Pues sabe decir lo profundo en forma sencilla, lo conmovedor sin floreo, lo estrictamente científico sin pedantería, y, ¿De qué alemán pudo aprender esto?… No conozco más que un solo escritor que en punto a honestidad equiparo a Schopenhauer y aún pongo por encima de él; este escritor es Montaigne. El haber escrito hombre semejante sin duda ha acrecentado el placer de vivir sobre esta tierra. A mí, por lo menos, desde que trabé conocimiento con esta alma libérrima y vigorosa me pasa lo mismo que Montaigne dice a propósito de Plutarco: «no bien le eché una mirada, me brotó una pierna o un ala». A él me atendría si estuviera puesta la tarea de instalarse confortablemente sobre la tierra.

Aunq el contenido sea siempre tan grave y pavoroso como es el problema de la existencia, el efecto de la obra sólo será penoso y agobiante si el pensador a medias y el artista a medias la han cubierto con el vaho de su insuficiencia; en tanto para el hombre no hay experiencia mejor y más alegre que asomarse a uno de esos triunfadores, los que por haber pensado lo más profundo no pueden por menos de amar precisamente lo más viviente y como sabios terminan por inclinarse a lo bello.

13-06-2019/17-06-2019.

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