Me ayudó a disimular; me sostuvo la cabeza con ambas manos y traté de escupir lo más posible, para que de verdad pareciera que me sufría un ataque de epilepsia; mas no era sencillo. Pensaba en lo que ocurría, en cómo Luis se había montado una farsa que me había forzado a derrumbarme por la risa; y en cómo ahora él participaba de la mía. Así era muy difícil recobrar la compostura. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano por serenarme, máxime cuando vi que los alemanes, al principio distantes, se acercaban al comprobar que el supuesto ataque duraba mucho y no dejaba de temblar.
Mi historia surtió su efecto. Aún debían corroborar mi versión con sus propias investigaciones; recurrían a los archivos secretos y, tal vez, se pondrían en contacto con Hanna. Pero el hecho de ver que me desplomaba y me sacudía les despertó su lado caritativo, y cuando me repuse me dejaron marchar. Por el momento me prohibían salir del país, hasta que todo se esclareciera; y era posible que me tuvieran vigilada, aunque no me lo dijeron. Pero, al menos, ya había pasado lo crudo.
Regresé a casa a pie. Necesitaba que me diera el aire, después de las horas que había permanecido encerrada y de toda aquella tensión. No sé cuánto llevaría andado; veinte minutos, quizá. Estaba ya lejos del cuartel, aunque también de casa; aún me esperaba media hora de paseo. Entonces me dio alcance Luis.
-¡Menudo susto me has dado! ¡Eres una gran actriz!
-¡Una gran actriz! ¡Casi me matas de la risa! ¡Qué mal trago me has hecho pasar, cabrón! Verte con esa facha y con ese careto tan serio, primero; y luego oírte hablar como si estuvieras mascando chicle… ¡Para salvarme la vida casi me la quitas!
Le grité, de nuevo entre risas por parte de ambos. Después de tanta tensión acumulada, necesitaba liberarme; tenía que gritar y reír con ganas. Por unos instantes me olvidé de Gabi y de Raquel; pero no sólo eso. Pronto caí en la cuenta de que mi actitud era inconsciente, y me alarmé.
-¡Hostia! ¿Pero, no es peligroso que nos vean juntos?
-Relájate, Laura; aquí estas a salvo.
Al principio me asusté; creí que de verdad tenías un ataque. Lo hiciste muy bien. Y, después de todo, creo que fue gracias a eso que te soltaron pronto. Ahora sólo tienes que esperar a que hagan las averiguaciones pertinentes. Pero en una semana ya podréis marcharos.
-¿Tú crees? ¿Tal como está la situación? Es lo que queríamos; pero, después de lo de anoche, ya no sé si será seguro viajar.
-El GSN es un grupo de majaderos con aires de patriotismo trasnochado. Tienen afán de protagonismo, de llamar la atención; pero no son más que un grupo de adolescentes sin cerebro, jugando a los revolucionarios. Ya viste cómo acabaron esos dos. Igual terminara el resto.
-Pero dijeron que se habían hallado documentos que involucraban a Tokyo.
-¿Y tú te los crees? Vamos, Laura, cariño, tú eres muy inteligente. Berlín nunca admitirá que un grupo de jóvenes mató a dos de sus soldados; eso daría imagen de vulnerabilidad; y entonces sí que sería probable que una pequeña célula se convirtiera en un auténtico peligro. Además, nada mejor que una amenaza interna impulsada desde el exterior para legitimar la represión y acabar con todos los elementos subversivos. En cuanto a los documentos, perfectamente podrían haberlos elaborado los alemanes, o contar con el respaldo del gobierno nipón, incluso, que haría algo similar en su imperio, en Manchuria y en toda China.
Autor: Javier García Sánchez,
Desde las tinieblas de mi soledad.
20/06/2019.