Las mujeres hablaron con ásperos sonidos extraños que no parecían frases, sino palabras sueltas. Mi intérprete se volvió hacia mí y me explicó que debía limpiarme para asistir a la reunión. No sabía a qué se refería. Era cierto que estaba cubierta de varias capas de polvo y sudor del viaje, pero no parecía que ése fuera el significado. Me tendió una pieza de tela para envolverme el cuerpo, y que al desplegarla adquiría el aspecto de un harapo. Me dijeron que debía quitarme la ropa y ponérmelo. … Miré a mi alrededor buscando un lugar donde cambiarme; no había ninguno.
… Recuerdo que metí las joyas en un zapato. También hice algo que parece ser natural en las mujeres, aunque estoy segura de que no nos enseñan a hacerlo: coloqué la ropa interior escondida entre las demás prendas.
Un manto de espeso humo gris se levantó de entre los rescoldos cuando añadieron más maleza seca. La mujer de la cinta en el pelo cogió lo que parecía el ala de un enorme halcón negro y lo abrió para formar un abanico. Luego la mujer movió el dedo índice en un círculo, lo que interpreté como «date la vuelta». El ritual del humo se repitió a mi espalda. Después me pidieron que pasara por encima del fuego y a través del humo.
Finalmente me dijeron que había quedado limpia y que podía entrar en el cobertizo metálico. Cuando mi escolta masculino de color bronce rodeó conmigo el fuego en dirección a la entrada, vi que la misma mujer recogió mis cosas. Las sostuvo sobre las llamas. Me miró, me sonrió; y, al tiempo que nos reconocíamos con la mirada, dejó caer los tesoros que tenía en las manos. ¡Todas mis pertenencias arrojadas al fuego! La mujer me indicó entonces con un gesto que pasara sobre el fuego atravesando el humo.
Por un momento mi corazón dejó de latir; lancé un profundo suspiro. No comprendo cómo no solté un grito de protesta y corrí inmediatamente a recuperarlo todo. Pero no lo hice. La expresión del rostro de la mujer indicaba que su acción carecía de malicia; lo había hecho como quien ofrece a un extraño una insólita muestra de hospitalidad. …Di gracias por haber dejado el billete de avión en el hotel. Allí también tenía más ropa, y me las ingeniaría para atravesar el vestíbulo con aquel atuendo cuando llegara el momento. … Pero tomé nota mentalmente de sacar más tarde uno de los anillos de entre las cenizas.
… Sólo después comprendí la simbología que encerraba el acto de quitarme las valiosas joyas que yo consideraba tan necesarias. Aún me faltaba aprender que, para aquella gente, el tiempo no tenía absolutamente nada que ver con las horas del reloj de oro y diamantes entregado para siempre al fuego.
Mucho tiempo después comprendería que aquella liberación del apego a los objetos y a ciertas creencias era un paso imprescindible en mi desarrollo humano hacia el ser.
… Sólo había una cosa en el país que no me gustaba. Tenía la impresión de que los pobladores originarios del continente, los nativos de piel oscura llamados aborígenes, seguían estando discriminados.
… Durante toda mi vida me habían estado hablando de la seguridad en el trabajo, de la necesidad de construirse un parapeto para protegerse de la inflación comprando bienes raíces y ahorrando para la jubilación. En el desierto, la única seguridad era el cielo infalible de amanecer y ocaso. Me asombraba que la raza más insegura del mundo según mis creencias no padeciera de úlceras, hipertensión ni enfermedades cardiovasculares.
… La sinuosa serpiente es una herramienta de aprendizaje cuando observamos la frecuencia con que cambia de piel. …Es necesario desprenderse de viejas ideas, costumbres, opiniones y, a veces, incluso de viejos compañeros. La serpiente no es menor ni mayor por despojarse de la antigua piel; sencillamente esta mutación es necesaria.
… Según esta tribu, la vida y la vivencia se mueven, avanzan y cambian. Me hablaron del tiempo en que se vive y del tiempo en que no se vive. La gente no vive cuando está furiosa o deprimida, cuando se compadece de sí misma o está llena de temor.
… Procedía de un mundo en el que primaba el hemisferio cerebral izquierdo. Me habían educado en la lógica, el razonamiento, la lectura y escritura, las matemáticas, la ley de causa-efecto; pero ahora me hallaba en una realidad del hemisferio cerebral derecho entre personas que no usaban ninguno de los conceptos educativos y artículos que se consideraban de primera necesidad. Ellos eran maestros del hemisferio cerebral derecho y utilizaban creatividad, imaginación, intuición y conceptos espirituales. Ellos no creían necesario expresar oralmente sus mensajes; lo hacían mediante el pensamiento, la plegaria, la meditación, como se quiera llamar.
Me encantó ese libro😍Aunque creía que era una experiencia personal real.
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No entiendo nada. Yo también pensaba que era una experiencia real. Ahora me dices que no? Me hundes.
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Jajaja. Leí después que descubrieron que era fantasía, que no existía tal tribu ni había evidencias de su viaje. De hecho, que tal historia «había hecho daño en el país». No sé realmente quién tiene razón; a mí me encantó.
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Será hija de…
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Por cierto: acabo de recordar ‘Las leyes de la frontera’, de Javier Cercas. Soy tan ingenuo, que cuando lo leí también pensé que estaba basado en una experiencia real.
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Me lo apunto 🙂
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No he leído ese libro, pero por este fragmento que dejas me parece que está muy bien escrito.
Un abrazo, Javi.
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No es un gran libro; y menos desde que me enteré de que todo es inventado. Pero tiene ideas interesantes. En cambio, creo que el libro de Javier Cercas que he citado, aunque también es ficción, está muy bien escrito.
Besos, Estrella.
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