EL PODER DEL LENGUAJE

El lenguaje tiene una importancia capital para controlar a la población. No es sólo la información que se pretende transmitir, sino de qué manera se hace. Así, por ejemplo, en el caso de la pandemia actual se tiende a usar frases grandilocuentes, del estilo de ‘entre todos derrotaremos el virus’. ¿Qué se pretende con ello? Es obvio que se utiliza un lenguaje bélico, muy en consonancia con las medidas que se ponen en práctica -estado de alarma, toque de queda, bajo la amenaza de una multa astronómica en caso de ignorar dicha ley. Y es que es un estado de excepción, para aplicar el cual hace falta una situación excepcional que la justifique; y, ¿Qué mejor que una guerra? El ciudadano, en un estado de pánico al que llega como resultado de una propaganda sistemática llevada a cabo por todos los medios de comunicación, frecuenta cada vez menos las calles; y hasta llega a atacar a quienes se desvían de la norma y salen de sus casas en un sano ejercicio físico y mental, y se convierten en gendarmes del sistema; pues, hasta tal punto se han creído la mentira, que participan del juego.

La artimaña es muy ingeniosa, aunque no es nueva. La gente, aterrada, desvalija los supermercados día a día. Es obvio; es un comportamiento típico de una guerra; se teme un cierre de las fronteras y una crisis de subsistencia. Pero, además, el individuo se siente por fin protagonista; cree que por fin ha llegado su hora, y que por fin va a hacer algo grande. Ha estallado una guerra. En su poder está no sólo la obligación de preocuparse de sí mismo y salvarse, sino de salvar a sus semejantes; de colaborar con las autoridades a que sus compatriotas se arrastren. Ahí están las redes sociales, donde uno se siente un héroe. Si estos medios habían servido hasta el momento para que el individuo se fabricara la ilusión de ser alguien, de adquirir fama y reconocimiento… Con la pandemia se ha dado un paso más. Ahora uno se da el lujo de advertir, hasta de mandar, que nadie se mueva de casa, por el bien de todos; aunque a mí nadie me ha explicado en qué consiste ese bien.

Esto no habría sido posible sin palabras del estilo de ‘entre todos derrotaremos el virus’, como si dicho virus fuera un ente maligno, que gozara sádicamente con nuestro dolor. Y es que, claro: cuanto más poderoso es un enemigo, más legitimados nos sentimos para atacarlo, y más crece nuestra vanidad. Es lo que siempre ocurre cuando uno se siente vacío. Cuanto más vacío, mayor necesidad tiene de acondicionamientos extraordinarios; y, cuando éstos suceden, la bella mentira de verse no sólo como protagonistas, que es lo que encierra la preposición ‘entre’, busca englobar al individuo y diluirlo en la masa, despojado de personalidad y de posibilidad de desviarse, controlados los unos por los otros como falanges de hoplitas, sino hasta de verse como héroes.

De este modo, a través del lenguaje se consigue el control de las masas. Una situación bélica que comporta, por una parte, caos y obediencia ciega al papá Estado, que se ve autorizado a disponer de nuestra libertad y, si fuera necesario, de nuestras vidas. Por otra parte, sin embargo, también se busca la realización personal, como medio de escapar a la humillación que supone la pérdida de poder ante este gigante, para sentirnos partícipes de algo grandioso.

Autor: Javier García Sánchez,

Desde las tinieblas de mi soledad.

21/03/2020.

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