QUIZÁ

*Escrito presentado a reto del grupo Prosa y poesía, artes literarias, de Andrea Gastelum. Extensión requerida: 100-300 palabras.

Ya han pasado muchos años desde que os fuisteis.

Permanecen en mi memoria unas pocas imágenes de cuando me quedaba en la tienda de juguetes de mis abuelos maternos, todos los días entre semana, al acabar la escuela. Era divertido ver cómo atendían a los clientes y todo el bullicio que había en la calle; las luces de todos los establecimientos encendidas cuando empezaba a anochecer; la algarabía que se formaba en navidad. Cuando mi abuelo cayó gravemente enfermo, no me podía creer que la tienda cerrara; creía que era imposible que eso sucediera. La tienda, los gatos… Todo debía continuar igual. Pero no. Un día mi abuelo falleció. Mi abuela no tardó en acompañarle. Y la tienda no volvió a abrir.

Durante muchos años me he preguntado cómo fue el mundo que conocisteis; o cómo fue el de vuestros hijos, no tan distinto del vuestro. Sé que en más de una ocasión mi padre tuvo que correr delante de los grises; que con gran valor burló al funesto régimen que estrangulaba al pueblo.

Si vierais el mundo ahora… ¿Se parece al que vivisteis? ¿Al que vivieron vuestros hijos? No se ven aviones surcando el cielo; tampoco caen las bombas y dejan los cuerpos mutilados, ni los edificios envueltos en llamas; tampoco hay militares apostados en las calles, ni dentro de grandes tanques.

Pero también rige el toque de queda; las pocas personas que salen de sus casas lo hacen por breve tiempo. Caminan con la mirada perdida; no se acercan los unos a los otros, no se abrazan, no se besan. ¿Era así el mundo en que vivisteis? Quizá. Quizá entonces hubiera miseria. Pero, ¿Existía ese miedo al vecino?, ¿A abrazarlo?, ¿A besarlo? Quizá nuestros tiempos no sean tan distintos.

Autor; Javier García Sánchez,

Desde las tinieblas de mi soledad.

27/03/2020.

*Escrito basado en el reto de Andrea Gastelum:

Ya han pasado muchos años desde que os fuisteis. Bien es cierto que nuestras familias siempre han sido un tanto peculiares. No éramos de esas familias unidas, al estilo tribal, no; en las nuestras faltaba el afecto y sobraba el egoísmo. De niño me costaba apreciarlo, al menos en los primeros años. Pero era normal; no tenía ningún valor de referencia para comparar. A medida que fui conociendo a otros chicos de mi edad, sin embargo, empecé a sorprenderme de los besos y abrazos que les daban sus abuelos; cómo los nietos se preocupaban por ellos y les querían; y no lograba comprender qué pasaba en nuestras familias.

Aún guardo vagos recuerdos de vosotros, aunque sean pocos. Me duele especialmente que me falte la imagen y la voz de uno, a quien nunca pude conocer, puesto que ni mi propio padre tuvo apenas tiempo de tratar; tan pronto los dejó.

Permanecen en mi memoria unas pocas imágenes de cuando me quedaba en la tienda de juguetes de mis abuelos maternos, todos los días entre semana, al acabar la escuela. Era divertido ver cómo atendían a los clientes y todo el bullicio que había en la calle; las luces de todos los establecimientos encendidas cuando empezaba a anochecer; la algarabía que se formaba en navidad. Cuando mi abuelo cayó gravemente enfermo, no me podía creer que la tienda cerrara; creía que era imposible que eso sucediera. La tienda, los gatos… Todo debía continuar igual. Pero no. Un día mi abuelo falleció. Mi abuela no tardó en acompañarle. Y la tienda no volvió a abrir.

Durante muchos años me he preguntado cómo fue el mundo que conocisteis; o cómo fue el de vuestros hijos, no tan distinto del vuestro. Sé que en más de una ocasión mi padre tuvo que correr delante de los grises; que con gran valor burló al funesto régimen que estrangulaba al pueblo; que en una ocasión tuvo que declarar por su rebeldía. Mas consiguió eludir toda condena.

¡Qué tiempos aquéllos! Exclamo y me pregunto a un tiempo, con una curiosidad que acaso no sea demasiado sana. Veo gentes de aquella generación; y a muchas las envuelve un aura de heroísmo y de cordura. Gentes unidas por unos ideales, por un sueño, por un anhelo… Gentes que clamaban por la libertad.

Si vierais el mundo ahora… ¿Se parece al que vivisteis? ¿Al que vivieron vuestros hijos? En los últimos días he llegado a pensarlo. No se ven aviones surcando el cielo; tampoco caen las bombas y dejan los cuerpos mutilados, ni los edificios envueltos en llamas; tampoco hay militares apostados en las calles, ni dentro de grandes tanques; y nadie es ejecutado mediante garrote vil ni fusilado ante un paredón. No.

Pero en estas últimas semanas también rige el toque de queda; las pocas personas que salen de sus casas lo hacen por breve tiempo; y siempre con causa justificada. Las gentes caminan con la mirada perdida; no se acercan los unos a los otros, no se abrazan, no se besan. Se les nota inquietos, distantes. Temen a una policía que vuelve a patrullar por las calles; temen a la muerte, que puede acechar en cada esquina, bajo la forma de un invisible microbio. ¿Era así el mundo en que vivisteis? Quizá. Quizá entonces hubiera miseria. Pero, ¿Existía ese miedo al vecino?, ¿A abrazarlo?, ¿A besarlo? No sé… Después de todo, quizá nuestros tiempos no sean tan distintos.

Autor; Javier García Sánchez,

Desde las tinieblas de mi soledad.

27/03/2020.

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