JEHOVÁ. EL ORIGEN (V)

– ¿Pero de verdad esperas conseguir algo con esto? Tu dios es un dios estúpido, ¡Absurdo! Según dices, tomó la apariencia de una paloma para fecundar a una mujer, después de haberle anunciado que engendraría al hijo de dios; ¡pero es que el supuesto hijo de dios, el dios mismo y la puta paloma, a quien calificas de una manera muy grandilocuente como espíritu santo, son el mismo! ¡En qué cabeza cabe eso! Está claro que lo del hijo de dios es una burda invención. ¡La excusa más absurda que podría inventarse una mujer para ponerle los cuernos al marido!

– Pues ya podrías haberte tomado alguna molestia y haber tratado de ocultarle mejor tus infidelidades a Hera – intervino jocosamente Poseidón.

– ¿Para qué? Sé que no va a intentar ninguna represalia conmigo. Pero bueno… Ahora estamos hablando de tu novela.

El pobre José no es más que un cornudo y un infeliz. No quiero ni imaginarme a un hombre tan pendejo. Después de decirle la mujer que se le ha aparecido el espíritu santo y le ha dicho que va a tener al hijo de dios, no es sólo que el hombre lo acepta, ¡Sino que lo cuida y lo quiere! ¡Ave María putísima! ¡Y a la mujer la llamas virgen! ¡Pues creo que esa mujer tendrá tanto de virgen como yo!

– Los humanos son idiotas. Se lo tragarán todo; créeme – replicó el otro.

– Y tú pretendes que yo me trague mis propias palabras. De repente se intercambian nuestros papeles.

Más adelante el chico crece y se mete en política, parece ser. Los zelotes – es como llamas a este grupo; algo así como los Panteras negras o el Frente Popular de Judea-. Ahí conoce a uno de los discípulos; en concreto, al que después le traicionará, como castigo por haberse salido de la organización, a cambio de un puñado de monedas de oro. Como resultado de todo ello, es prendido y crucificado; y, ya en la cruz, pronuncia esas ridículas palabras.

¡Poseidón, por el perro – bramó Zeus, sacudiendo con furia los papeles en su mano-. Si antes has dicho que son el mismo, ¡Cómo carajo se puede quejar a sí mismo de haber sido abandonado!

– Ése es el misterio.

– ¡No me vengas con ésas! ¡Para ti es muy fácil! ¡Con eso lo resuelves todo!

– Hombre de poca fe – dijo burlonamente Poseidón.

– Me cargas, hermano. Me cargas.

Bueno… Sigamos.

Ya crucificado y enterrado, al cabo de tres días hallan su tumba vacía; porque, según dices, el hijo de dios había resucitado. ¡Y una mierda! ¡Ese tío era un alcohólico empedernido que se metió una borrachera de tres pares de cojones! Después de armar gresca en la cantina y de liarse a golpes con alguien, sus amigos decidieron ocultarlo hasta que la situación se calmara un poco. Un día para dormir, otro para que se le pasara la resaca y ya estaba como nuevo; podía presentarse en casa como el buen hijo sobrio que había estado ausente por tener que predicar la palabra de dios. ¡Qué geta que tiene el tío! ¡Ha sacado el carácter de la madre! Y eso de decir que muere para redimir al hombre de sus pecados… ¡Dios se mata a sí mismo para redimir a los hombres! ¡Ave María putísima!

– Si te fijes, es la historia de Dionisos la que hay detrás. Del mismo modo que no es casual la fecha de su nacimiento; es la misma que la de tantos compañeros de Egipto y de la India.

– ¿Y qué pretendes con ello? Puedo entender que quieras honrar a Dionisos; pero, ¿También a Budha, Krishna o Zoroastro?

– Bueno, también a Heracles, Hermes o al propio Dionisos. Pero, además, busco una alianza con ellos. Quiero establecer una tregua.

– ¡Pero te has vuelto loco!

– No. Es sólo uno de los medios por los cuales pretendo demostrarte que mi estrategia literaria es más hábil que la tuya, por mal que te pese.

Autor: Javier García Sánchez,

Desde las tinieblas de mi soledad.

20/04/2020.

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