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14-04-1998
Ha sido un paso muy doloroso y difícil. No quería darlo; me daba mucho miedo y rabia. Miedo por el dolor que sentiría para provocarme la muerte; rabia, por tener que marcharme sin haber podido gozar de un instante, con una existencia que día tras día se me presentaba cada vez más miserable.
Toda mi vida fue un error; desde mi nacimiento todo fue un fracaso.
Lo primero fue aquel tumor que desde la cuna marcó mi destino; que desde bebé me tuvo al borde de la muerte y que, si no me arrastró al Hades, me dejó mutilado para el resto de mis días. Nunca conseguiría ser como los demás; siempre me hallaría por detrás en la escuela. Mi padre siempre ha estado ahí para apoyarme, pero es indudable que he frustrado sus expectativas; que jamás habría conseguido lo que esperaba de mí; y lo que, a fin de cuentas, también yo deseaba.
El segundo factor ha sido mi propia familia; una familia desestructurada. Pero, si es duro ver cómo tus padres discuten, aún peor es ver que tu propia madre, quien más debería quererte, se avergüenza de ti y llega hasta a calumniarte. Al principio tratas de excusarla con su alcoholismo; pero, cuando sus ataques y sus burlas no cesan; cuando ves que sus intentos por denigrante persisten, notas que la aflicción se mezcla con la cólera; y eso te devora como un cáncer.
Quizá hubiera podido soportarlo si en la escuela hubiera hallado el amor que me negó mi madre. El problema es que ocurrió todo lo contrario: desde la primaria sufrí acoso escolar; un acoso que se ha prolongado durante la secundaria; y que ha sido lo que finalmente me ha impulsado a cruzar la fatal frontera.
¿Cómo explicar lo que he vivido durante todos estos años? La angustia con la que salía de casa para ir a la escuela o al instituto, consciente de lo que me esperaba, sin que nadie pudiera ayudarme; regresar llorando; echarme en la cama para seguir llorando y recibir el desprecio y los ataques de mi madre borracha…
Aún no he cumplido los 18 y ya se me han roto todas las esperanzas. Cada año ha sido más crudo que el anterior. No quiero tener que soportar esto durante otros veinte o cuarenta años. No quiero ver cómo mi débil cuerpo se deteriora mientras acumulo fracaso tras fracaso y desprecio tras desprecio.
No me queda más que elegir cómo y cuándo quiero. Todos se olvidarán unos pocos días después de hallar mi cadáver junto a esta carta.
*Reto presentado al grupo Prosa y poesía. Artes literarias, de Andrea Gastelum/Mar Aranda. Temática: carta que no se llegó a enviar. Extensión máxima: 400 palabras.
Autor: Javier García Sánchez,
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19/07/2020.