Mi padre me hizo ver aquello como si fuera un juego; yo debía permanecer escondida para que nadie me encontrara; y él, por su parte, se encargaba de llevarme todo lo que pudiera hacerme falta de comida y de ropa. Por las noches me leía cuentos. Era un gran narrador; conseguía que me metiera en todas esas historias y que me entusiasmara. Era como estar viviéndolas. A menudo le pedía más, aunque ya fuera tarde; y él muchas veces seguía y me leía otro cueento, o volvía a leerme el de hacía unos días.
A los cinco años tuvo lugar el primer suceso traumático de mi vida cuando mi padre me anunció que debía ir a la escuela. Salir de casa se me antojó como una gran novedad, pero también como algo peligroso; mi padre se había preocupado por mantenerme aislada por algún motivo. Pero él se encargó de nuevo de enddulzarme la situación. Me dijo que era muy importante que no le llamara papá; que nadie debía saber que era su hiija. Me tiñó el cabello de rubio y el año anterior a mi escolarización fuimos a la policía, donde declaró que me había encontrado abandonada, dormida junto a los contenedores de la hidroeléctrica donde trabajaba, y solicitó que le dieran mi custodia. Entonces me di de bruces por primera vez con la mentira. No sólo la de mi padre, sino la que tuve que decir yo misma, después de haberla ensayado durante días.
Desde entonces toda mi vida sería una gran mentira. Por aquella supuesta adopción recuperaba el derecho a llamarle papá, pero nada más; no podía decir siquiera que llevaba el cabello teñido; que en realidad no era rubia, sino pelirroja. Había aprendido a desconfiar de todo y de todos, aunque aquello también tenía su atractivo; sentía que vivvía una aventura como ésas que me leía mi padre, pero más intensa.
Cuando cumplí los diecisiete mii padre me contó la verdad. Yo llevaba tiempo dudando de todo, No entendía que las calles estuvieran atestadas de policías; ni que en la escuela todos fueran rubios o morenos, cuando en la calle había visto niños pelirrojos, igual que yo, escarbando en la basura, u hombres pelirrojos también, que se encargaban de recogerla y de la limpieza de la vía pública; ni por qué en la escuela todos eran diestros. Yo misma había tenido que aprender a escribir con la derecha. Mi padre me lo presentó como un reto, y acepté gustosa; pero me costó muchísimo.
Tras la confesión de mi padre lo comprendí todo. Entonces me quedé helada. Durante diecisiete años había vivido bajo la espada de Damocles, en una constante tensión, para que yo pudiera estudiar y tener un futuro; y mi madre había dado su vida para que no me descubrieran.
Ahora estaba a punto de ingresar en la Universidad; estudiaría una ingeniería, para ser una buena pieza del engranaje estatal, y el color de mi cabello debía permanecer en secreto, incluso para mis amigas; incluso para los chicos con los que me acostaba.
Autor: Javier García Ninet,
un bohemio romántico.
Desde las tinieblas de mi soledad.
30/07/2021.