EL OGRO FILANTRÓPICO, POR OCTAVIO PAZ

Este libro, una relectura, debido a mis problemas de memoria -alguna ventaja había de tener ello- me ha hecho gozar durante la última semana y media. Se trata de un compendio de artículos que escribió el Premio Nobel entre 1950 y 1978 para las revistas Plural y Vuelta, así como una entrevista que concedió.

La verdad es que al principio me quedé un poco desconcertado, porque creía que el autor analizaba únicamente la realidad social de México. Pero no; ése es sólo uno de los aspectos. Tal como apunta, México es una realidad muy diversa, donde el elemento mestizo se impuso al criollo tras la Independencia; éste es uno de los factores que determinaron la situación del país, incapaz de unirse realmente y cayendo primero ante los gringos, después con luchas internas que no culminaron hasta los años 30, coincidiendo aproximadamente con el gobierno de Cárdenas. Con todo, el autor elude oportunamente calificar a México de país pobre, pues dicho término se ciñe sólo a la situación económica de un país; pero él, con buen criterio, va más allá y repara en la extraordinaria riqueza cultural de su Tierra, tanto por el sustrato indígena precolombino como por toda la historia surgida desde la época hispánica, con pensadores como sor Juana Inés de la Cruz.

En cuanto a la situación política de México, Paz señala que la situación en los años 70 guardaba ciertas similitudes con la de la U.R.S.S., en cuanto que en ambos países había una dictadura de partido -el P.C. en la U.R.S.S.; el PRI en México-; con la salvedad de que en México había un cambio de presidente cada sexenio, algo que permitía darle al régimen un cierto barniz democrático, pese a que el sistema aún era muy deficitario en este aspecto. Otra ventaja con respecto a la gran superpotencia era que México era mucho menos represor; no había campos de concentración ni exterminio de opositores. Todo esto le llevó a concluir que durante muchos años el sistema político mexicano fue positivo para su país, puesto que le había impedido caer en el caudillismo, mal común al resto de Naciones latinoamericanas, de raíces hispanoárabes. Ahora bien: dicho consenso empezó a declinar en 1958; y en 1968, tras la matanza de Tlatelolco, se encontraba ya caduco, con necesidad de un cambio urgente y una apertura que permitiera ir avanzando en la democratización del país. Habla bien de Echevarría, el presidente que sucedió a Díaz Ordaz; pero al final de su mandato retomó la censura de sus predecesores, y esto desilusionó a Paz.

El tema de la U.R.S.S. es muy polémico, así como el de los otros países «comunistas». Desde temprana edad, Paz se puso del lado de los exiliados que denunciaron el régimen de torturas y asesinatos en el gigante ruso -caso de Solyenitsin y su Archipiélago Gulag-, algo que le llevó a distanciarse de varios de sus amigos y a romper con otros, como con Neruda. Por entonces quienes criticaban al bloque del Este eran juzgados como reaccionarios y traidores vendidos al capitalismo; y no fue hasta el informe de Kruchev que comenzó a esclarecerse la veracidad de tales testimonios. Pese a ello, muchos intelectuales se negaron a dar su brazo a torcer, especialmente en América Latina, de lo cual se lamenta. Paz era partidario del diálogo, de los cambios paulatinos que permitieran los avances sociales y la conquista de la democracia sin recurrir a métodos violentos. Esto llevó a que se le malinterpretata, como a los exiliados, y a que se le condenara por traidor; en los años 80 una turba de estudiantes quemó una imagen suya, indignados. Sin embargo, Paz no tuvo inconveniente en dimitir de su cargo de embajador en la India tras la matanza de Tlatelolco. Tras ello permaneció fuera de México hasta el final del mandato de Díaz Ordaz, tras lo cual regresó. Y es que su imagen del intelectual es la del hombre comprometido, que participa del poder para tratar de ayudar desde dentro a cambiar la sociedad, pero siempre dispuesto a marcharse si es necesario, sin ataduras. No acató a ningún gobierno de manera incondicional; cuando hubo fisuras, lo declaró abiertamente y recibió las consecuencias (cierre de revistas, censura). Fue un modo de actuar heredado de su abuelo, Ireneo Paz, quien participó en el Golpe de Porfirio Díaz, pero que terminó distanciándose de él y atacándolo después por su comportamiento dictatorial.

Por cierto: me dejó desconcertado leer que Paz se refería a Vargas Llosa como un escritor progresista. ¡Ave María Putísima!

La figura de Paz, en definitiva, me parece muy interesante. En un principio discrepé de él, como quienes lo criticaban por conservador. No obstante, después de leer sus razonamientos, creo que comprendo su punto de vista; y me han dado muchas ganas de conocer más acerca de él. Es, además, una manera de trasladarme a esa época, que para mí es tan idílica, de los 70 y los 80, cuando la cibernética no había llegado a los hogares; cuando toda Latinoamérica estaba hermanada, pese a los problemas internos; cuando en México rebosaban los escritores de calidad -Rulfo, Paz, Fuentes…-.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s