EL SABOR DE LA NOSTALGIA

¿A qué sabe la nostalgia?

Quisiera poder decir que me sabe al calor de tus labios sobre los míos, a tu dulce mirada acariciando mis pupilas; a tus suaves palabras pronunciadas como un susurro al oído; a tus tiernas caricias sobre mi piel, a tu voz de princesa totnaca al pronunciar mi nombre.

Quisiera poder decir que me sabe al tacto de tu piel, a mis manos recorriendo tus manos; a mi lengua leyendo tu cuerpo, trazando sinuosas líneas; a ese codiciado misterio por los dos finalmente desentrañado, anhelantes de la pasión del otro.

Quisiera poder decir que habríamos realizado nuestro sueño; que siempre nos quedarían los recuerdos de esos hermosos momentos. Mas, a decir verdad, ¿Sería eso acaso motivo de dicha? Si la nostalgia es un sentimiento que evoca algo pasado, algo ya perdido, ¿puede acaso llegar a ser dulce? ¿No es toda nostalgia un sentimiento amargo por definición? Habrá quien diga que los recuerdos esconden sombras; que son la prueba de que en un pasado se ha gozado. Concedido. Mas, en cualquier caso, esa gloria ya no forma parte de nosotros; se ha esfumado; no es más que un fantasma. Lo que es la nostalgia es un sentimiento triste, un vacío; un nuego en el estómago.

En los últimos días he sentido que me faltaba el aire, que me costaba respirar. Que me ahogaba. No hay motivo para la alarma; a menudo me acomete una sensación así. Y, aún en el caso de que mi vida se aproximara a su ocaso, éste ha de llegar para todos tarde o temprano. No hay que tratar de aferrarse a la vida como algo sagrado, y menos cuando no retenerla no es algo que depeenda enteramente de nosotros. Pero estamos demasiado apegados a la idea del Yo; nos cuesta aceptar nuestra nulidad, que somos intrascendentes; que, del mismo modo que el mundo existía antes de nosotros, continuará cuando ya hayamos desaparecido.

Quizá para las personas cuya existencia ha sido tortuosa sea más sencillo recibir a la muerte con indiferencia, casi como una liberación. Esas personas nada pierden, nada dejan atrás, más allá de sus sufrimientos. Si tienen recuerdos de su paso por la vida, éstos son oscuros y dolorosos, y preferirían olvidarlos si pudieran. Como única salida a una existencia de infortunios, la muerte se les presenta como una salvación.

Ahora bien: si la nostalgia es la añoranza por una dicha perdida, ¿podría hablarse de nostalgia cuando lo que se añora son deseos, sueños que ahora nos parecen remotos?, ¿una gloria presente en nuestra mente como un proyecto de una dicha futura? Muchos actuamos así. Sea por pusalimidad, por hartazgo o por cualquier otro motivo, somos incapaces de acometer nuestros sueños. El miedo nos paraliza. Hasta tal punto estamos acostumbrados al fracaso. Nos convertimos en meros soñadores, en procrastinadores que aparcan indefinidamente el momento de ser felices; en meros espectros que gozan de ilusiones como de una miel que apenas llega a rozar nuestros labios y que es insuficiente para aplacar nuestra congoja. Mas luego llega un día en que despertamos. Entonces nos percatamos del paso del tiempo, de nuestra parálisis; y todos nuestros proyectos pasados, ésos que tanta dicha nos prometían, continúan sin realizarse. Entonces vemos a nuestra amada, a esa princesa totonaca; escuchamos su dulce voz, nos embriagamos con un hermosos ojos, nos deleitamos con esa mirada seductora… Y la terrible distancia nos aplasta; y nos corroe el remordimiento por no poder besar esos ardientes labios; por no poder acariciar esa piel morena; por no poder dormir abrazado a esa diosa que nos ha devuelto las ganas de vivir y había disipado las penumbras de nuestra existencia.

Autor: Javier de García y de Ninet,

un bohemio romántico.

Desde las tinieblas de mi soledad.

12/03/2022.

2 comentarios en “EL SABOR DE LA NOSTALGIA

Deja un comentario