«OCTAVIO PAZ. LAS PALABRAS DEL ÁRBOL». POR ELENA PONIATOWSKA.

«Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,

bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma,

cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,

boca del horno donde se cuecen las hostias…»

El fragmento, de un poema de Octavio Paz, aparece al principio del libro de Elena Poniatowska; afirma que esos versos la atraparon; que los repitió durante mucho tiempo.

Las palabras del árbol es una biografía escrita en segunda persona, casi como una carta dirigida al propio Paz, como si la autora estuviera hablando con él. Lo gracioso al leerla fue ver cómo reaparecían personas ya conocidas, de cuya existencia me había informado a través de las lecturas de ambos, como fue el caso del gran astrónomo Guillermo Haro, esposo de Poniatowska y gran amigo de Paz; o Carlos Fuentes, que también tuvo una estrecha amistad con ambos; u otros de quienes no sé más que el nombre, como Carlos Monsiváis, pero que parece ser que en su época formaron parte de la intelectualidad mexicana.

Esta biografía, a diferencia de otra que había leído con anterioridad, del periodista mexicano Fernando Vizcaíno -francamente mala, con imperdonables errores de edición- cautiva por su cercanía, una cercanía que ayuda a conocer al poeta; pues la autora lo trató durante largos años y mantuvo con él una buena amistad, pese a que se viera interrumpida durante un tiempo por razones que no he acabado de comprender. De Paz destaca su carácter luchador y desafiante, sin amoldarse a los dictados del régimen ni a las opiniones adversas. Es una característica que le acompaña a lo largo de su juventud, según declaran varios de sus conocidos: un inconformismo que no le abandona ni siquiera en la vejez. Es un rasgo que me recuerda a Guillermo Haro; también él fue muy exigente con sus alumnos y se mostró firme ante las autoridades, vinieran de donde viniesen.

Un aspecto curioso de la biografía de Paz es que simpatizó con la corriente de la teosofía. No había oído hablar de la misma hasta que leí el diario de Kafka; y entonces me quedé sorprendido. El término en sí me pareció un absurdo; un completo contrasentido. Atendiendo a la supuesta etimología de la palabra, ésta significaría algo así como «sabiduría divina» (theos, dios; sofos, saber), cuando ambos términos son por definición opuestos. Parece ser que se trata de un movimiento místico que trata de reunir tanto el pensamiento occidental como, sobre todo, el oriental. Paz fue embajador en La India; tenía amplios conocimientos de filosofía budista y había leído a Krishnamurti; y empecialmente admiraba la cultura japonesa -de hecho, introdujo el haiku en México a través de su obra Versiones y diversiones, traducción de poemas de otras lenguas-. Es un pensamiento muy místico, pero que de alguna manera me ha hecho pensar en Nietzsche (no sé si lo que voy a decir sea una barbaridad) por la idea de relativizar la vida y saber estar dispuesto a abandonarla, por cuanto no somos más que un pequeño fragmento del universo. A decir verdad, creo que esto evoca más bien al epicureísmo; si algo similar puede haber en Nietzsche, quizá sea a través de la idea del eterno retorno.

La obra de Poniatowska me sirvió para conocer un poco más a Paz y como acicate para continuar con la lectura de los ensayos de éste. Quizá en otra ocasión me atreva con los poemas. Pero es que los ensayos, sin desperdicio, me transportan a ese mundo en que vivió y que observo con nostalgia y envidia.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s