PASIÓN EN ROJO

-¿Cuánto falta? ¡Estoy impaciente por llegar! ¡Me muero de hambre! Ya sabes que soy muy golosa… -dijo ella, con una mirada felina no exenta de lascivia-.

-Tranquila. Lo bueno se hace esperar. Y ya sabes que yo soy un excelente cocinero; se añadir los ingredientes exactos en su justa medida; y siempre el tiempo precisa -respondió él, que le siguió el juego de dobles sentidos. Su mirada se mostraba calmada, pero sagaz; había en sus pupilas un toque misterioso que la cautivaba-. Pero estás de suerte. Ya hemos llegado.

La pareja penetró en un antiguo edificio en ruinas, completamente deshabitado. A aquel lugar, a las afueras de la ciudad, ni siquiera los más osados se aventuraban. Era como un paraje olvidado, a la espera de que el consistorio lo sacara de su abandono. La humedad impregnaba las paredes; la chica se recogía sobre sí misma para darse calor. Dio un respingo al oír las palabras de él.

-¡¿Aquí!? ¡¿No lo dirás en serio!? ¡¿Por quién me has tomado!? ¡Hasta ratas habrá! ¡Vamos, Raú! ¡Deja de jugar! ¡Estoy cansada y muerta de frío!

-Cálmate. Te he dicho que no te defraudaré y cumpliré mi palabra. No te he traído aquí para hacer contigo una estatua de hielo, sino para algo que te fascinará.

La chica aún se mostraba desdeñosa. De repente toda la libido había desaparecido de su rostro. Aquello era lo menos romántico que había visto nunca; no esperaba verse en un lugar semejante. Pero entonces Raúl la asió con una mano por la cintura, mientras enlazaba los dedos de la otra entre los rebeldes rizos de la muchacha; ella cerró sus grandes ojos pardos y se dejó llevar; él acercó la cara y empezó a besarla con pasión arrebatada. De pronto la chica dejó de temblar; notó que la temperatura ascendía hasta estabilizarse. Pasados unos instantes, después de beber cada uno del cáliz del otro hasta agotar el dulce néctar, Raúl separó su rostro y la soltó despacio, lentamente; ella abrió los ojos.

¡-Qué carajos…!

Gritó de nuevo. No sabía qué era lo que podía más en aquella expresión, en aquella pregunta incompleta; el temor por lo que había ocurrido durante los breves segundos en que su hombre la había poseído, o la sorpresa por algo que no podía explicarse de una manera racional. No era sólo que hubiera dejado de temblar. Todo había cambiado. De repente se encontró en medio de una amplia sala, con muebles tapizados de color granate. Recaló en el espacioso lecho, en los pétalos rosas esparcidos por el suelo; hasta ellos habían adquirido esa tonalidad. Y más aún: en el ambiente parecía flotar una especie de bruma que los envolvía para que no desentonaran; para darles ese matiz diabólico. No se atrevía a hablar.

-¿Satisfecha -preguntó él, con una sonrisa triunfal-?

-Pero…

Ella trataba de decir algo, pero no podía.

-Cariño, bienvenida a mi humilde morada. Claro, que lo de humilde es sarcasmo, como comprenderás. ¿Qué carajos ha pasado, querías preguntar? Algo muy sencillo de explicar, aunque quizá no tanto de comprender. Lo más fácil es llamarme Raúl, pero tengo muchos nombres: Satán, Lucifer, Belcebú…

-¡Pero eso es imposible! ¡Esto no tiene ningún sentido -gritó ella con impotencia. sus ojos se habían empequeñecido; miraban con terror; unas tímidas lágrimas empezaban a asomar. Se le cortaba el aliento-!

-Vamos, mujer, cálmate; no es para tanto. Sé que soy bueno; no necesito que me lo digan. Pero lo mejor aún está por venir.

-¡¿Lo mejor!? ¡¿Pero qué es lo que puedo esperar de ti!?

-¡Oh, demonios! ¡Es por mi nombre -se quejó él-! Está bien… Llámame Lucifer; puedes abreviarlo si se te hace demasiado largo, pero me gusta más que los otros. Al fin y al cabo, me recuerda mi condición de ángel de la luz. Es decir: ángel caído, después de que este tirano incompetente tratara de deshacerse de mí.

-¿Hablas de…?

-¡No! ¡No lo nombres, por favor! Me da jaqueca sólo de oír su nombre. Se la tengo jurada. Lo único que por el momento te conviene saber es que no es a mí a quien debes culpar de la mierda de mundo en que vives, sino a ese soberbio. Si estás interesada te contaré la historia con más detalle después; ahora creo que hay algo mucho más importante para ambos.
Acto seguido la abrazó y comenzó a besarla mientras la conducía hacia la cama. Su boca descendía desde los labios hasta el blanco cuello, mientras las manos recorrían el vestido, las curvas, las redondeces; ella, extasiada, se dejaba llevar.

-Al carajo. No necesito que me cuentes nada. Sólo hazme tuya.

*Escrito presentado a la cuarta ronda del Mundial de escritura por el equipo Nada nos deteniene.

Autor: Javier García Ninet,

un bohemio romántico.

Desde las tinieblas de mi soledad.

03/11/2022.

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