EL ABSURDO DE LA VIDA

¡Qué contradictoria es la vida! Tan pronto abominamos de ella y estamos decididos a desprendernos de la misma, como nos aterra la idea de perderla cuando vemos que peligra, que nuestra salud se halla en un hilo, que podemos adentrarnos en un camino de no retorno, en una enfermedad terminal. Objetivamente todo es absurdo. ¿Para qué vivir, cuando la muerte es una certeza inapelable, un destino incuestionable que a todos iguala, al que nadie puede escapar? Visto así, toda angustia por perecer carece de sentido; y así, tal como los estoicos y los epicúreos, deberíamos asumir el ocaso con indiferencia, por cuanto la muerte es ajenaa al ser humano, en palabras de Epicuro, dado que, cuando el ser humano está, no está la muerte; mientras que, cuando quien está es la muerte, quien no está es el ser humano. Palabras muy bellas de una mente muy lúcida, pero cuya rectitud es muy difícil de asumir para el común de la gente, por más que podamos estar de acuerdo con tal postulado; pues, a fin de cuentas, uno tiende a aferrarse a la vida; y es muy frustrante saberse un juguete del universo, una simple molécula abocada a desaparecer. Quizá sea exceso de vanidad, rabia por saberse intrascendente. La conciencia de la muerte, de la nulidad, acaba con toda soberbia; el más poderoso terminará del mismo modo que el más miserable. Por más que uno haya explotado al otro, tarde o temprano también el poderoso hunde sus huesos bajo tierra y regresa al todo; desaparece su carácter apolíneo para integrarse een el todo dionisíaco. Mas es una vanidad que, si no a todos, nos afecta a la mayoría; rehusamos la muerte. No es sólo algo que aborrezcan los poderosos, sino hasta el más humilde. Nadie nos consulta a la hora de nacer, y tampoco a la de morir; una muerte implacable que, como la que retratara Ingmar Bergman en El séptimo sello, gana todas las partidas. Y no importa que tiremos las piezas; ella las recompone impasible para que hagamos el siguiente movimiento, hasta que nuestro rey quede definitivamente acorralado.

Pese a todo, conscientes de nuestra finitud, conseguimos vivir como si la muerte nos fuera algo ajeno, a la manera de Epicuro; o quizá no tanto. La consideramos como algo ajeno mientras la vemos distante, en otras personas; o mientras somos jóvenes y disfrutamos de lozanía. ¿Quién no ha pensado que va a vivir eternamente, dada su excelente condición física y su salud desbordante? Es ese optimismo el que nos hace encarar la vida. Tenemos objetivos, ilusiones, porque no vemos un fin próximo; ni tan siquiera vemos un fin, en ocasiones. De lo contrario, actuaríamos como lo hacen las personas que padecen depresión, para quienes su existencia -a veces la existencia en general- carece de sentido. La muerte es ineludible; hagamos lo que hagamos, un día desapareceremos y perderemos toda conciencia de nuestra existencia y de nuestro paso por el mundo. En cualquier caso, si sabemos que vamos a morir, la idea de muerte la tenemos como una nebulosa, porque la percibimos lejana. En cambio, basta que nos hallemos al borde del precipicio para que nos aterremos. El resultado será el mismo muramos hoy o dentro de cincuenta años; es sólo una cuestión de perspectiva. Y, si uno ha despreciado su propia existencia y ha flirteado con ideas de suicidio, o incluso se ha dañado para deteriorar su cuerpo y acelerar un final que ha ansiado, en el momento de comprobar que sus actos dan los frutos otrora deseados, que llega la recompensa y que el sarcófago que encierra al alma empieza a ceder, entonces se arrepiente de sus actos y se aterroriza ante unas consecuencias que ahora considera fatales. Así de contradictorio es el ser humano, anhelando siempre los opuestos. Mas, a decir verdad, nada importa; todo es absurdo. No importa la voluntad de nadie, porque nadie existe; todo es perpetuo cambio, nihilismo puro. Y, por más que uno quiera resistirse, al final debe asumir que es una mera molécula en la vorágine del universo, una marioneta en manos del destino. Y que su voluntad no importa.

Parafraseando a Woody Allen -o citando; no estoy seguro-: la vida está llena de dolor y sufrimiento; y, sin embargo, se acaba demasiado deprisa.

Autor: Javier de García y de Ninet,

un bohemio romántico.

Desde las tinieblas de mi soledad.

13/02/2022.

2 comentarios en “EL ABSURDO DE LA VIDA

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